La Arquitectura representa una manera única de comprender y construir la realidad circundante.
Abordar el Espacio, para reinterpretarlo y transformarlo en un sitio de interacción humana es un reto que
requiere gran talento, pero sobretodo, compromiso y responsabilidad.
La Arquitectura involucra una serie de experiencias sensoriales, emocionales,
y valores humanos, traducidos en
una serie de códigos, de lenguaje que no puede ser leído de una
manera unilateral, sino a través de
la propia experiencia humana.
Sólo quien ha vivido, puede experimentar la
Arquitectura, porque la habitabilidad involucra
cierta interacción con la realidad, con la convivencia
humana.
Un espacio arquitectónico no representa sólo una simple función, o la forma, o la estructura del Espacio,
sino un cúmulo de valores intangibles que denoten experiencia humana, es decir,
Congruencia, refiriéndome a este
término como la completa integración del pensamiento,
la palabra o expresión, además de la acción.
Mente, materia y Espíritu,
como variables alineadas, equilibradas y redireccionadas hacia un solo y único objetivo, o más bien, Intención.
La Arquitectura se convierte en
una Intención más allá de los simples y banales intereses, de cualquier
naturaleza y escala. Es una manera objetiva, pero subjetiva, de alimentar el
espíritu humano, y trascender, por lo que la esencia de la
Arquitectura no puede enseñarse en las simples aulas que existen en la actualidad.
La esencia de la Arquitectura se
encuentra en el alma de quien diseña, en el espíritu de la localidad donde se
inserta el diseño arquitectónico, y en los valores más profundos del individuo
o grupo de individuos para quienes se pretende el espacio diseñado, por lo que
decir que un estudiante, al término de su carrera, es un arquitecto, equivale a expresar que un estudiante de Medicina es médico certificado al término de su paso
por las aulas. Aún así, tras unos años más en procesos de especialidad e
interacción médica, científica y humana, muchos médicos no se encuentran
totalmente formados para ejercer la profesión en sí misma.
En Arquitectura, la mayoría de
los arquitectos mueren sin haber tocado lo más profundo de la profesión en sí.
Porque se trata de una labor humana, que si bien, tiene una serie de parámetros medibles en diversas escalas,
se trata de una profesión que requiere desarrollo
humano, a la par que el avance técnico,
científico y constructivo que se imparte en las aulas.
La Arquitectura no se trata sólo
de diseñar, construir o supervisar obras
arquitectónicas. Las obras del Pasado, así como las obras del futuro (aún sin
construir) representan sendos campos de acción, tan válidos y valiosos como los
campos de construcción, tan
sobrevalorados actualmente desde las aulas de preparación para los futuros
arquitectos.
La práctica de la profesión involucra
profunda interacción social y humana, pero primero que nada, amplio conocimiento interior, que muchos
llamarían místico, pero que yo
prefiero llamar sencillamente espiritual.
No me refiero a Religión alguna, más bien, a conocer la
propia Misión de Vida por parte de cada arquitecto que ejerce la profesión en su
vida. Al igual que otras profesiones, la Arquitectura debe contener un Código de Ética que involucre conocer y
poner al servicio de las personas la propia misión personal, así como el cúmulo
de experiencias humanas y sociales que se han acumulado en el tránsito de la
Vida y preparación dentro de la Arquitectura.
Una Congruencia espiritual requiere una sólida preparación humana. Comprensión de las personales
experiencias de vida a las que nos hemos enfrentado como seres humanos, como habitantes
de diversas circunstancias, relaciones humanas o sociales, y espacios
arquitectónicos involucrados. El Espacio es
parte de la Vida humana, no sólo porque el Hombre lo crea, sino porque la
propia creación del Hombre, que lo ha acompañado desde prácticamente el
nacimiento de su Ser, define a su creador. Esta relación bilateral no se enseña o se considera
siquiera en las aulas. Es más, se burlan de ella.
Se pretende formar en únicamente
un solo sentido: el arquitecto como
profesionista necesario, socialmente, pero incapaz de auto sostenerse, en el carácter
íntimo y humano. Capaz de intentar resolver lo externo, sin poder edificar
el carácter humano interno. Diseñar representa definir, constituir y trascender
las propias circunstancias personales de las que habremos de aprender
experiencias de habitabilidad humana y espacial que guíen a otros a sanar en
espacios apropiados y congruentes con las metas materiales (corporales),
mentales (psicológicas) y espirituales (valores humanos). Lo que permitirá
a los arquitectos diferenciar cuándo es necesario intervenir el espacio del
habitante, y cuándo simplemente guiarlo –y
enseñarlo– a que sea él mismo quien
diseñe su propia, personal e íntima intervención.
En ese sentido, la Arquitectura
se sigue enseñando como labor de élite,
ególatra y egocentrista, que no respeta con sus métodos de enseñanza, ni la
naturaleza del arquitecto, ni la esencia de las circunstancias que éste
encierra con respecto a su propio entorno individual, y su entorno circundante.
Finalmente, la labor del
arquitecto termina tocando con su actividad, las fibras profundas y
espirituales del habitante del Espacio
con quien convive, antes de alguien para el que sólo trabaja.
Imagen tomada de la liga, cuenta oficial de @archi.focus_on en
`Instagram´:
Escucho:
Want one. Álbum | Want two. Álbum || Rufus Wainwright