De unos días hacia acá, me es inevitable no romper la cotidianidad que vivo. En realidad no soy capaz de concentrarme en ella, es decir, concentrar la atención en las cosas en las que normalmente trabajaba.
Aprovecho –o, por lo menos lo intento– esta lapso de conflicto e incertidumbre para conocer, probar y realizar actividades que jamás imaginé llevar a cabo, antes.
Una de ellas es sentarme a la orilla del espacio cotidiano, ubicado exactamente a un costado de la ventana, observando con curiosidad cómo se pintan una serie de murales dentro de un espacio académico ortodoxo.
Consciente estoy que los cambios que percibo en mí mismo son producto, o reflejo de los propios cambios que se gestan en el exterior, en el contexto en el que habito.
Meses atrás me quejaba de la falta de propiedad al integrar espacios de función académica con aquellos de función entretenimiento y comercial.
Tras la crisis que ahora sufro en carne propia, puedo rescatar que las circunstancias a nivel general se modifican vertiginosamente de maneras que no somos capaces de comprender, o explicar siquiera.
Ayer por la mañana, tan solo, esta serie de murales, de pinturas gigantes de colores llamativos y alucinantes, irrumpían en mi camino, como presagio de transformaciones radicales de proporciones épicas, lo que me deja en medio de interrogantes a las que no puedo hallar aún respuesta.
Caminando por vez primera por el campus donde he impartido cátedra por años, vivo –también por vez primera– recorridos no conocidos o imaginados, que me sumen en profundos cuestionamientos personales, tanto internos, como externos.
Detenido –momentáneamente–, me encuentro decidiendo si soltar las riendas de las inquietudes, las dudas, y los anhelos que en este momento me dominan, y que me impiden disfrutar la realidad existente.
Tal vez la realidad merece nuevas perspectivas para ser mirada…
Escucho:
The strangest thing 97´ They won't go when I go // George Michael
Who will save your soul / Jewel
Kids with guns / Gorillaz
Dani California / Red Hot Chili Peppers