Un año atrás, en la feria anual
del libro de la universidad donde aún trabajábamos, encontramos en uno de los stands, un título, en edición especial,
del clásico de la Literatura: El Principito.
No me había percatado –hasta hace algunos años, apenas– de mi gusto innato por los cuentos y libros para niños. Me dí cuenta de ello
mientras escribía Sr. Marciano, que
es una historia, creada por mí mismo desde mi infancia hasta el día de hoy, y
que ilustro de manera personal. Aquí, justo aquí, merece mi agradecimiento
eterno la Dra. María Elena Hernández
Álvarez, por guiarme de manera única y hermosa hacia el camino que tardé en
decidirme tomar, pero que siempre estuvo ahí, a mi lado, incluso ahora, en el
momento más oscuro de mi existencia.
He escrito en múltiples ocasiones
en este diario –y otras bitácoras de
viaje–, mi gusto y predilección por
el libro de Antoine de Saint-Exupéry,
ya que fue el primer libro que leí cuando era apenas un niño. El hecho de
conocer a temprana edad las ilustraciones hechas por su autor, inspiró
seguramente que yo mismo comenzara a dibujar, hasta el grado de imaginar a cada
uno de los personajes del cuento en serie acerca de las Crónicas Espaciales en la Galaxia Imaginación, y que ilustramos
siempre que tenemos oportunidad.
En aquella ocasión, en la feria
del libro con la que abro el relato de esta nota, llevé conmigo un ejemplar de El Principito, además de dos tomos
gigantes de monstruos mexicanos [que
hasta el día de hoy no nos hemos atrevido a leer, por el miedo que nos generan].
Ahora que regreso al libro de Exupéry,
vuelve a conmoverme, como siempre, como la primera vez que lo leí.
Me inspira la sensibilidad del
escritor, la manera, honesta y hermosa, en que se gana al lector, en las
primeras páginas apenas, apelando por la atención de aquel niño que llevamos
dentro. En mi personal experiencia, me cautivó siendo yo mismo un niño de menos
de once años, ya que su relato claro y escrito desde su corazón, me hizo
conectarme inmediatamente con su historia.
Lo mejor de todo, es que en
verdad este texto está dedicado a un niño, a todos los niños, y desde esa
perspectiva infantil es que podemos ser capaces de comprenderlo en su
totalidad, descubriendo finalmente lo que es esencial, eso invisible a
los ojos.
En este momento, detuve mi vida –en sentido literal–, y decidí regresar a esta peculiar historia.
Retomaré la escritura, la Literatura. En estos meses se han ido
colocando piezas importantes para concebir dos proyectos nuevos, y consolidar
uno más. La historia de El Principito es una pausa en el camino, necesaria en
mi andar, para detenerme, reflexionar, mirar las estrellas y recordar esa
fracción de espíritu infantil que vive dentro de mí, y que requiero para hallar
sentido y perpetuidad a mi vida –en el
más estricto sentido de la palabra–.
Es momento de contar historias,
y, –antes que nada– considero esencial contar la propia,
con dos objetivos: compartir la
experiencia valiosa que me han dejado cada una de las lecciones vividas; y –la más importante, quizá–
liberar las emociones y circunstancias, para acceder al proceso de sanación
personal.
Imagen tomada del sitio:
Escucho:
The only living boy in New York
(From the "Acoustic" EPs) |
A piece of my mind (From the "Acoustic" EPs) || Everything but the Girl
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