Como suele suceder, descubro los mejores álbumes de mi vida,
tarde.
Death Cab for Cutie
no es la excepción.
Es una banda indie que
me recuerda mucho a mi amigo, Heriberto
Niccolas, aunque no pueda explicar muy bien por qué. Hoy –precisamente
hoy– que la lluvia ha caído de
súbito, tomando por sorpresa este día soleado, donde todo había amanecido
alegre y optimista, es que este álbum llega a mi reproductor digital.
Me he gustado desde la primera vuelta. Encuentro las canciones mucho más melancólicas de lo normal para esta banda, con sonidos nuevos salpicados accidentalmente por aquí, y por allá, aún recordándome muy poco a ese accidente llamado `Kintsugi´, sólo que ahora escucho hablar de circunstancias más maduras, y quizá más duras, complicadas de atravesar: separaciones, dolor ante la opción de continuar solo…
No lo sé, quizá una parte importante de mí así me siente
ahora, pero pesa más el fragmento basado en el Agradecimiento por el día que se vive… Precisamente hace unas horas
escribí una nota al respecto.
Me siento contento, agradecido por la Vida, por ser capaz de sentarme este atardecer delante del Ocaso, y respirar por primera vez en
décadas, la Paz que una existencia
serena y satisfecha deja tras de sí.
Muchas despedidas
debieron ser.
Separaciones.
Decisiones.
Nuevos comienzos.
Veredas que despertaron temor, por no decir, Incertidumbre, de ser transitadas.
No lo sé… Los acordes me recuerdan un poco a Give up, de The Postal Service, y a mi amigo de años, Santiago Oliva, y a los orígenes del camino que en este momento,
transito. Un camino que tomó décadas aceptar, pero que siempre –debo decir– estuvo ahí, pero jamás me atreví a seguirlo, hasta el día de hoy.
¿Valentía?
Me agrada pensar que fue más bien hartazgo, y que la Vida debió presionarme hasta el límite, para
decidir, vivir, enseñándome a agradecer por absolutamente todo detalle que hizo posible, este Presente.
Imagen que acompaña a
nota, tomada de la liga:
Escucho:
Summer years |
Death Cab for Cutie