Detenido en 1984
Finalmente –tras
tres décadas o más, de tenerlo en la lista de aquello que debes hacer a lo largo de tu vida– me he hecho de una hermosa edición de 1984, de George Orwell.
Confieso que la primera cuarta parte del libro no
me atrapó, o quizá yo simplemente no conecté. Debo decir que llevaba poco más
de dos años de haber perdido mi personal ritmo vertiginoso de lectura, así que
retomarlo me costó muchísimo.
Ahora que he sobrepasado la mitad del libro, me
siento completamente dentro de la historia, y el maravilloso ambiente social deprimente que ha creado
Orwell, me ha conmovido en sobremanera.
Recuerdo haber leído `Crónicas marcianas´, de Ray
Bradbury, y derramar las lágrimas al encontrarme con una secuencia reflexiva-filosófica donde se profundiza
sobre la Fe, de una manera
desplantada sobre la Religión, pero
elevada a un nivel superior, considerando que se trata de una novela de Ciencia Ficción, irreverente y nada
seria, convirtiéndose en todo lo contrario a esto.
Una secuencia de esta naturaleza fue la que me hizo
conectar con 1984.
Extraordinario que un momento de Brillantez, de Consciencia y Luz, por
parte de los magníficos escritores de obras como éstas, atraviesen nuestras
mentes y corazones, hasta el punto de hacernos replantear nuestras perspectivas de Percepción y Entendimiento,
de las circunstancias que nos rodean.
Son estos textos los que alimentan el Espíritu humano colectivo, que
finalmente, nos llevará –como lo
bien expresa este libro– hacia esa necesidad
imperiosa de entregarnos por completo al fluir de las cosas, de la Vida, hacia
un Futuro que pueda llegar mañana, o
en mil años, reflexión que me lleva a entender que no existe otra prioridad más
que el Presente, y que entregarse a
él sin remordimientos, resistencias, ni culpas, nos hará vivir el
insignificante instante que dura
nuestras vidas, que integran finalmente una Totalidad
superior, que escapa a nosotros, pero que depende irremediablemente de
nuestra Entrega absoluta en el pequeñísimo lapso de Tiempo y Espacio que nos
tocó vivir, y del que –egoístamente– deseamos perpetuar en una estúpida Eternidad que jamás llegará, a menos
que aprendamos a morir sin más Prejuicio ni
Dolor.
Escucho:
C'mere |
Interpol
The bitter end |
Placebo
Still |
Foo Fighters
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