Lejos del mito de si el Hombre
utiliza sólo el 10% de su cerebro, y el verdadero significado de lo que Albert Einstein quiso decir con su
afirmación, la más reciente propuesta cinematográfica de Luc Besson, toma este fragmento científico/mítico para crear una interesantísima
reinterpretación de la evolución de la Humanidad.
Caer en discusiones que versen
sobre lo creíble de la propuesta es perder el tiempo.
Sólo dejémonos llevar por la
tentación. Sin culpas, y sin remordimientos.
Lucy es una brillante narración visual, que involucra la premisa
antes descrita, no en el sentido cuantitativo,
más bien cualitativo de ella. Permítanme
explicarme.
La narrativa gira en torno al potencial de nuestro cerebro, más no al
número de sistemas u órganos utilizados dentro de él.
Partiendo de esta base, la historia
se torna creíble. Con cada salto cuántico
dado por la protagonista, nuestras capacidades metafísicas se activan a niveles que jamás podríamos considerar
reales.
El problema al hallar detracciones dentro de la historia de Lucy, se encuentra –considero– en que hemos vivido por décadas, creyendo que los logros
científicos alcanzados, con sus respectivas innovaciones, son sólo posibles
porque se realizan `fuera´ de nosotros, es decir, a partir de Tecnología y elementos no orgánicos, ni
naturales.
Nuestra mente, nuestro potencial
cerebral es capaz de crear realidades. Creamos, diseñamos y
materializamos nuestra propia vida. ¿Qué seremos capaz de crear si en verdad creyéramos en todo nuestro potencial y
habilidades?
He leído y escuchado a
científicos que afirman que no podremos jamás desarrollar habilidades como la telepatía o la telequinesis, porque eso sólo es Ciencia Ficción.
Como seres vivos inteligentes,
con un altísimo índice de raciocinio,
nuestro sistema nervioso y cerebral, acoge a la energía más fina, con la mayor
vibración posible. Nuestros pensamientos, nuestras emociones [canalizadas en
positivo] son analogías de la energía magnética que hace girar a los planetas.
Nuestros órganos, y los complicadísimos
procesos biológicos, químicos y eléctricos que se realizan dentro de nuestro
cerebro para mantenernos vivos, pero, sobre todo, conscientes, son una prueba de que hemos sido diseñados como un
mecanismo frágil, pero altamente especializado, que, a largo plazo, puede
desarrollar habilidades y cualidades que escaparían a nuestra realidad
inmediata. Si somos los diseñadores y creadores
de la más alta e innovadora tecnología, es porque dentro de nosotros, en
puntos, procesos y momentos que aún no comprendemos por las limitaciones que
nos hemos autoimpuesto, realizamos todos los avances tecnológicos de manera
orgánica y natural.
Punto y aparte merece la
secuencia visual de Besson, donde
explica magistralmente nuestro desarrollo y evolución como especie, hasta la
llegada de nuestro mismísimo origen, como entes vivientes, integrantes de un
todo universal y cósmico.
Sin duda, un gusto culposo la experiencia a la que nos somete Besson.
Definitivo.
Imagen editada, original en la liga:
Quisiera estar contigo / Sentidos
Opuestos