.

.

jueves, 6 de noviembre de 2014

Un ocaso triste

Mientras concluye un día extraño y apagado, decido escribir estas líneas.
Este espacio jamás ha sido un tintero que contenga críticas destructivas contra alguna persona o circunstancia personal. Es más una bitácora que encierra los pensamientos y reflexiones humanos de aquello que nos rodea y que define en buena medida lo que somos como personas y profesionistas.
Omito conscientemente el nombre de las melodías que figuran de fondo al momento de redactar la presente nota. Lo que diga en ella tiene carácter serio y altamente reflexivo.
Y es que me pregunto cómo cuarenta y tres personas, jóvenes, estudiantes, muchachos, o como deseen considerarlos, han logrado despertar la crítica y la revuelta social.
Hablar de Política no me compete. Lo que puedo compartir es el asombro al mirar como el Mundo reacciona contra el representante de mi nación.
¿Quién es o son, los culpables de lo acontecido?
A estas alturas sólo viene a mi mente hablar de cada uno de nosotros, de los sistemas que como individuos integramos. Y en escala superior, de la sociedad que conformamos.
Cientos y diferentes y opuestas son las opiniones y las perspectivas que abordan el destino de un grupo de jóvenes.
Hoy desperté literalmente con el paro de labores de la institución donde laboro. Publiqué que considero la decisión una incongruencia total si no existen políticas que complementen, concienticen a la vez que consoliden el valor social de la pérdida, del dolor, de la frustración por vivir y permitir realidades sociales como las que azotan nuestro contexto en este momento.
No me proclamo a favor o en contra de cualquier decisión. No es el momento ni el lugar para hacerlo. Eso no significa que no mantenga una postura al respecto. Respeto este espacio que yo mismo he creado, como respeto cualquier decisión que involucre mi actuar laboral, social e individual.
El mensaje es buscar precisamente consciencia de aquellas decisiones que tomamos, de lo que somos, de lo que pensamos, de lo que finalmente hacemos.
Respeto.
Son nuestras acciones las que disparan las consecuencias. Fueron las decisiones de ese grupo de personas hoy desaparecidas las que generaron la realidad que este día vivimos. La magnitud de su decisión [seguramente no medida o analizada a profundidad por ellos mismos] es lo que nos lleva al sitio hacia donde nos dirigimos.
Me siento triste por varias razones.
Por toda la incongruencia, por la inmadurez, por las acciones realizadas.
Cada día me pregunto cómo ayudar al movimiento.
No concuerdo con salir y tomar las calles, las avenidas, las instituciones.
Me refiero a qué estamos haciendo para modificar la consciencia social.
Un paro de labores es una respuesta física al evento.
¿Dónde está la respuesta psicológica y espiritual?
Como espiritual no me refiero a rezar y realizar cultos de índole religioso exclusivamente, sino a llevar a cabo acciones conscientes y profundas, que modifiquen el pensar y el actuar mediato e inmediato, producto de este desconcierto, frustración, dolor y confusión.
La respuesta ha sido mediática.
Las autoridades tienen miedo.
No las culpo.
No las culpo por convocar a paros de labores, generados por la presión social de personalidades o de fragmentos de la sociedad, instruyendo a los miembros de las sociedades institucionales específicas a continuar entrando, saliendo y registrando actividad en las áreas laborales respectivas, aunque la instrucción sea no realizar actividades oficiales.
Por el contrario, llevar a cabo actividades laborales de manera normal mientras el resto de la sociedad responde, hará ver a las instituciones frías e indiferentes.
¿Qué es peor?
¿Qué debe hacerse?
¿Qué estamos enseñando dentro de las instituciones educativas?
La verdadera pregunta debería ser:
¿Qué estamos aprendiendo?

No se trata de salir y mostrar el enojo desmedido o hacer crecer la frustración que de antemano ya existe desde semanas atrás.
Tampoco se trata de mostrar apoyo, en circunstancias que sólo demuestran que las propias instituciones limitan a los miembros de sus sociedades.
Duro es tomar la decisión correcta. Tal vez porque no exista una decisión correcta, como no hubo una acción correcta y moralmente universal y válida para lo acontecido desde el principio.
¿Por qué salieron esos estudiantes de sus áreas respectivas?
¿Qué decisión tomaron que los llevó a las circunstancias enfrentadas?
¿Qué decisiones tomaron las autoridades, que nos ha hecho llegar hasta aquí?
¿Qué decisión tomaremos nosotros?

¿Qué decisión tomarás?
¿Qué decisión tomaré yo?

Comparto mi sentir, que para mí, en este momento es más importante que mi opinión.
Mi opinión me hará indiferente, brillante, empático, crítico, insensible, rebelde, inmaduro…
Mis sentimientos me harán por el contrario humano.

Yo me lamento esta noche por los cuarenta y tres seres humanos desaparecidos.
Por ellos escribo. Por el cúmulo de desafortunadas circunstancias que les rodearon.
No me importa si son estudiantes, si son de Ayotzinapa, si pertenecen a la nación mexicana, si yo mismo soy catedrático dentro de una institución académica y me instruyen a mostrar un supuesto paro con circunstancias que me obligan a mantenerme laborando.

El sentir es de tristeza por la condición humana que impera, y por la confusión e incertidumbre que deparan los siguientes días posteriores a ésta, y todas las demás notas ajenas que leeremos de manera mediática a lo largo y ancho del globo terráqueo.

`Correcto´ es una palabra relativa. `Humano´, por el contrario, es o debería ser un valor único y universal.

Imagen editada, original tomada de la página:

No hay comentarios:

Publicar un comentario