Mientras concluye un día extraño y apagado, decido escribir
estas líneas.
Este espacio jamás ha sido un
tintero que contenga críticas destructivas contra alguna persona o
circunstancia personal. Es más una bitácora que encierra los pensamientos y
reflexiones humanos de aquello que nos rodea y que define en buena medida lo
que somos como personas y profesionistas.
Omito conscientemente el nombre
de las melodías que figuran de fondo al momento de redactar la presente nota.
Lo que diga en ella tiene carácter serio y altamente reflexivo.
Y es que me pregunto cómo
cuarenta y tres personas, jóvenes, estudiantes, muchachos, o como deseen
considerarlos, han logrado despertar la crítica y la revuelta social.
Hablar de Política no me compete.
Lo que puedo compartir es el asombro al mirar como el Mundo reacciona contra el
representante de mi nación.
¿Quién es o son, los culpables de
lo acontecido?
A estas alturas sólo viene a mi
mente hablar de cada uno de nosotros, de los sistemas que –como individuos–
integramos. Y en escala superior, de la sociedad que conformamos.
Cientos y diferentes y opuestas
son las opiniones y las perspectivas que abordan el destino de un grupo de
jóvenes.
Hoy desperté literalmente con el
paro de labores de la institución donde laboro. Publiqué que considero la
decisión una incongruencia total si no existen políticas que complementen,
concienticen a la vez que consoliden el valor social de la pérdida, del dolor,
de la frustración por vivir y permitir realidades sociales como las que azotan nuestro
contexto en este momento.
No me proclamo a favor o en
contra de cualquier decisión. No es el momento ni el lugar para hacerlo. Eso no
significa que no mantenga una postura al respecto. Respeto este espacio que yo
mismo he creado, como respeto cualquier decisión que involucre mi actuar
laboral, social e individual.
El mensaje es buscar –precisamente– consciencia de aquellas decisiones que tomamos, de lo que somos,
de lo que pensamos, de lo que –finalmente– hacemos.
Respeto.
Son nuestras acciones las que
disparan las consecuencias. Fueron las decisiones de ese grupo de personas hoy
desaparecidas las que generaron la realidad que este día vivimos. La magnitud
de su decisión [seguramente no medida o analizada a profundidad por ellos
mismos] es lo que nos lleva al sitio hacia donde nos dirigimos.
Me siento triste por varias
razones.
Por toda la incongruencia, por la
inmadurez, por las acciones realizadas.
Cada día me pregunto cómo ayudar
al movimiento.
No concuerdo con salir y tomar
las calles, las avenidas, las instituciones.
Me refiero a qué estamos haciendo
para modificar la consciencia social.
Un paro de labores es una
respuesta física al evento.
¿Dónde está la respuesta psicológica y espiritual?
Como espiritual no me refiero a
rezar y realizar cultos de índole religioso exclusivamente, sino a llevar a
cabo acciones conscientes y
profundas, que modifiquen el pensar y el actuar mediato e inmediato, producto
de este desconcierto, frustración, dolor y confusión.
La respuesta ha sido mediática.
Las autoridades tienen miedo.
No las culpo.
No las culpo por convocar a paros
de labores, generados por la presión social de personalidades o de fragmentos
de la sociedad, instruyendo a los miembros de las sociedades institucionales
específicas a continuar entrando, saliendo y registrando actividad en las áreas
laborales respectivas, aunque la instrucción sea no realizar actividades
oficiales.
Por el contrario, llevar a cabo
actividades laborales de manera normal mientras el resto de la sociedad
responde, hará ver a las instituciones frías e indiferentes.
¿Qué es peor?
¿Qué debe hacerse?
¿Qué estamos enseñando dentro de
las instituciones educativas?
La verdadera pregunta debería
ser:
¿Qué estamos aprendiendo?
No se trata de salir y mostrar el
enojo desmedido o hacer crecer la frustración que de antemano ya existe desde
semanas atrás.
Tampoco se trata de mostrar
apoyo, en circunstancias que sólo demuestran que las propias instituciones
limitan a los miembros de sus sociedades.
Duro es tomar la decisión
correcta. Tal vez porque no exista una decisión correcta, como no hubo una
acción correcta y moralmente universal y válida para lo acontecido desde el
principio.
¿Por qué salieron esos
estudiantes de sus áreas respectivas?
¿Qué decisión tomaron que los
llevó a las circunstancias enfrentadas?
¿Qué decisiones tomaron las
autoridades, que nos ha hecho llegar hasta aquí?
¿Qué decisión tomaremos nosotros?
¿Qué decisión tomarás?
¿Qué decisión tomaré yo?
Comparto mi sentir, que –para mí, en este momento– es más importante que mi opinión.
Mi opinión me hará indiferente, brillante,
empático, crítico, insensible, rebelde, inmaduro…
Mis sentimientos me harán –por el contrario– humano.
Yo me lamento esta noche por los
cuarenta y tres seres humanos desaparecidos.
Por ellos escribo. Por el cúmulo
de desafortunadas circunstancias que les rodearon.
No me importa si son estudiantes,
si son de Ayotzinapa, si pertenecen a
la nación mexicana, si yo mismo soy catedrático dentro de una institución
académica y me instruyen a mostrar un supuesto paro con circunstancias que me
obligan a mantenerme laborando.
El sentir es de tristeza por la
condición humana que impera, y por la confusión e incertidumbre que deparan los
siguientes días posteriores a ésta, y todas las demás notas ajenas que leeremos
de manera mediática a lo largo y ancho del globo terráqueo.
`Correcto´ es una palabra relativa. `Humano´, por el contrario, es –o debería ser– un valor único y universal.
Imagen editada, original tomada de la página:
No hay comentarios:
Publicar un comentario