La la land me ha sorprendido. Y no soy fanático de los Musicales. He visto muy pocos en mi
vida, y no los considero un género que aporte innovación en el rubro de la
construcción de un guión –hablo como
escritor–. Integrar la Música y la Literatura es un trabajo delicado, y el resultado siempre tenderá
más al disfrute que a la reflexión o al
análisis. La Música está hecha para
las fibras emocionales. Finalmente para inspirar sensaciones. La Literatura no siempre trabaja basada en
emociones, y puede tener una meta y un alcance mucho más profundos.
Críticas encontradas al revisar
esta historia, y opinar al respecto. Puede que esta historia sea un homenaje a
los Musicales clásicos de Hollywood, pero no es una copia de
ellos. Quizá ni se acerque a una referencia… Ésta es quizá la variable que no
comprendemos del todo. Esta historia tiene como ambición ir más allá de su careta, su fachada de Musical, para
contar una serie de historias de carácter contemporáneo.
Si, el sueño y la imaginación son
parte esencial de la trama, pero el
círculo narrativo no se comcentra en ellos, sino que rompe este paradigma, para
profundizar en nuestra psique actual:
despedirse de los sueños, para vivir la
realidad. Nótese que no me refiero literalmente a abandonar los sueños. O asesinarlos. Sino a despedirse de ellos,
trascenderlos, para dar lugar a la Madurez y al Crecimiento personal.
En este sentido no es la clásica
historia narrada con la estructura convencional de un Musical. Vamos, los
bailarines, los escenarios y los elementos visuales se quedan cortos,
comparados con otros proyectos del mismo corte. Identifico que la trama, la verdadera protagonista, es la
que es digna de análisis. La naturaleza de la historia comienza como un Musical
convencional. En los primeros cuarenta y cinco minutos, tu mente lucha por
convencerse si desea ver otro proyecto donde se involucran secuencias
musicales, o si desistes y sales de la sala, adelantándote a juzgar un producto
que evoluciona casi imperceptiblemente, hasta la llegada del final.
Pero me he adelantado demasiado.
Esta cinta es una analogía de
cómo las historias contemporáneas concluyen. Es casi un hecho que en todo lo
que emprendes, eres impaciente para ver la llegada del final, de la meta.
Nuestras vidas se han transformado en un cotidiano suplicio, donde todo lo aceptamos,
lo vivimos, lo permitimos por el arribo del objetivo esperado, sin poner
demasiada –o ninguna– atención a la travesía, al proceso.
La historia de La la land paulatinamente
se aleja de los cánones clásicos, y cuando menos lo esperas, tienes delante de ti
una línea narrativa que no sabes cómo concluirá. Quizá es ése su principal
acierto, y lo que le ha valido reconocimiento: te obliga a regresar a la trama, paso a paso, cuadro por cuadro, para
reflexionar en torno a las decisiones que tomaste. La esencia del proyecto se encuentra en la estructura de su trama, no
en su formato o apariencia visual. Al acercarse al término de la trama, el espectador
se detiene, y es entonces que cae en cuenta: ha disfrutado del proceso, y dejó –en algún punto de la travesía– de
aguardar por la llegada del simple `Fin´.
Llegado a este punto, el guión es lo que merece la atención, y el mérito. Existe una verdadera historia que se narra, cuya profundidad es digna de rescate. El término de dicha historia es una espera que vale la pena, cuya moraleja queda sembrada en el interior de tu piel, más allá de las emociones que despiertan las notas musicales construidas en torno al piano, y contenidas gracias al género de Jazz (evidencias bien plantadas a lo largo y ancho de la línea narrativa, debo decir).
La secuencia final, que cierra
magistralmente y fundamenta esa decisión de dividir la narrativa en cuatro
tiempos tan literales, te brinda una sensación de liberación, que raramente
encuentras en la realidad, donde, irónicamente, luchas apasionadamente y sin
descanso, contra todo y contra todos, con tal de alcanzar tus sueños… Entiendes
que, en los tiempos presentes, las
circunstancias no operan ya de esa manera. Cumplir
los sueños en ésta, nuestra actual realidad, requiere que superes, que
trasciendas los procesos y las etapas vividas. Y que está bien renunciar al
pasado, siempre y cuando seas responsable con tus convicciones y anhelos, como
profesionista y como ser humano. Respetas
a los demás, porque en el proceso, aprendiste a respetarte a ti mismo. La verdadera lección radica en haber
disfrutado el proceso de crecimiento, porque una vez que hayas llegado al final
del sueño, las circunstancias podrían ser muy distintas a lo que te enfocaste
en `idealizar´.
Eso –creo yo– se llama `Madurez´,
y es la final reflexión cuyo sabor queda en tu boca, cuando la última nota
musical, hace rato ya que se ha apagado...
Imagen editada digitalmente, original tomada de la liga:
Escucho:
Epilogue | Justin Hurwitz
Last dance | The Cure
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