.

.

sábado, 11 de marzo de 2017

Conflictos de una Vida

Una ganadora de discursos anteriores. Un sabor agridulce queda desdibujado en la boca al concluir la escena final de Moonlight, y aparecer el título de la película.
No me malinterpreten, no es una mala película, sólo que su discurso es un mensaje social muy ad hoc con las circunstancias sociales que tienen su origen en lo que sucede en la presidencia actual del país del norte, sólo que se intercambian los conflictos inmigracionistas por la raíz esencial del problema humano que enfrentamos: el sentimiento de rechazo hacia un sector minoritario de la población. No me atrevería a confirmar que se trate de un sector mínimo de la población, porque eso no sería realista, ni justo. No interesa que se trate de situaciones de tráfico de drogas, de odio por preferencias de naturaleza sexual, o por color de piel, elemento temático muy bien retratado en la cinta competencia Hidden figures. Ahora que lo analizamos, precisamente bajo este alegato, ambas cintas retratan exactamente el mismo problema en la superficie, siendo Hidden figures quien se lleva las palmas por el tratamiento que le ha dado. Entonces… ¿qué llevó a Moonlight a recibir el Óscar a mejor propuesta cinematográfica?

Retratar en cámara lenta el conflicto personal de ocultar la esencia de quién se es. Moonlight es un registro bien detallado de un complejo existencial que toma toda una vida afrontar. Nos llama la atención que la mayoría de los personajes que le dieron el voto de confianza para que se alzara con la estatuilla, tomaran este conflicto como una experiencia con la que se sientan identificados. La narrativa es lenta, la historia global ya había sido contada anteriormente, bien llevada a la pantalla por la dirección aguda y cruda de Ang Lee, basado en la obra de Annie Proulx –hablamos de Brokeback Montain–, con una profundidad psicológica y emocional mucho mayor, y, finalmente, en cuanto a técnica cinematográfica, se queda corta en relación con el resto de sus compañeras en la competencia.

Es circunstancial. La historia perfecta, en el momento idóneo. El discurso de un presidente inconsciente, que golpea a la nación social, política y económicamente, reuniendo tres variables clave de los últimos meses anteriores al estreno de la cinta de la que hoy escribimos: drogas, diferencias sociales, desintegración, lo que deriva en temor e intolerancia humana. En un mismo grupo social, donde se supondría no deberían existir fisuras sociales, se manifiesta el cúmulo de emociones humanas, generadas por la incertidumbre de no empatizar con la naturaleza humana.

Si se trata de un conflicto o intolerancia por preferencia sexual, nos quedamos cortos si catalogamos a la propuesta bajo este simplista argumento. Va mucho más allá que sólo eso. El conflicto del protagonista se retrata de buena manera, pero no termina de rascar, hallar y extraer lo más profundo del asunto personal. Hábilmente, el director deja la responsabilidad al espectador, de encontrar, e interpretar lo que cada quien considere pertinente. A este respecto es que consideramos que la propuesta se ha quedado en el tintero, pues otras propuestas fueron mayormente contundentes.
Los motivos sociales que definieron la escenografía familiar o humana de los protagonistas. Las más profundas reflexiones del personaje principal para haber simplemente copiado un modelo cultural, heredado. La esencia final del reencuentro de dos personas, tras una vida entera, que no terminan de expresar o comunicar lo que han sentido o sienten, o responden al cuestionamiento de por qué se han buscado de nuevo, cuando la cinta pudo haber pasado de largo, y resolver la línea narrativa con otro conflicto en juego. No se concluye con una victoria, o derrota, o discurso de lucha o abandono, una serie de palabras duras y perturbadoras que nos sacudan para despertar del ensimismamiento personal. Existen definitivamente huecos existenciales. Y un final abierto… Tan abierto como la incertidumbre de la dirección social y política que tomará la nación del norte de América, y, por consiguiente, los hermanos de Latinoamérica.

Si agregamos a las circunstancias que un año atrás, Will Smith se promulgara en contra de la visión de la Academia por ignorar propuestas con actores de color, por desdibujar intereses racistas, y analizar que realmente los actores, sus papeles, los conflictos narrados y esbozados, en verdad fueron pasados de largo… entonces, a sólo meses después, cuando un presidente que no se esperaba que llegara a la presidencia, ha oficializado el desinterés, la irresponsabilidad ética y la indiferencia e intolerancia social y cultural, nos preguntamos si la propuesta premiada estuvo en el momento justo, en el lugar narrativo adecuado, cuando todos nos sentimos dentro de la vorágine de incertidumbre global, cuestionándonos sobre quiénes somos en realidad y qué hemos hecho verdaderamente de nuestra vida, tras haber ignorado una cuestión de Identidad, todo toma sentido.

Moonlight es política y narrativamente correcta.
Sin duda alguna, pero no convincente en definitiva.

Imágenes tomadas de las respectivas ligas [la segunda imagen editada digitalmente, en relación a la original]:

Escucho:
Save myself | Ed Sheeran

No hay comentarios:

Publicar un comentario