No recuerdo el año exacto, en la
década soñada de los noventas, cuando
descubrí la realidad cataclísmica de Ghost in the Shell. Confieso que no
comprendí del todo esa versión decadente de las cosas, al ambiente urbano, la
sociedad corrompida… La Música, incluso.
Me encontraba en plena formación de mi criterio narrativo y las aficiones musicales que me definirían como persona
posteriormente. Tal vez la miré muy pronto.
Sin embargo, mucho de ella se
quedó en mí, se guardó en un rincón de mi inconsciente, a pesar de no encontrar
un entendimiento pleno de los hechos y las circunstancias. Los colores, los
trazos definidos y deprimentes. Los personajes. Me atrevo a decir que un
fragmento conceptual de Sr. Marciano se construyó a partir de
esa pieza de Arte.
Hoy, sólo revivo las imágenes de
cómic animado, porque la historia ha
llegado completa desde el primer cuadro una vez que ha comenzado a correr el
primer segundo de la adaptación cinematográfica. No tengo palabras para
describir la emoción, el cúmulo de sensaciones, emociones y recuerdos que arribaron
cual estampida a mi mente. El lenguaje visual es altamente sorprendente,
hermoso, casi poético.
Ghost in the Shell nunca murió en nosotros. Lo encontramos –lo recuerdo todavía– en un proyecto de Passengers, concebido por miembros de
la banda U2, de manera puramente
circunstancial. Las notas escuchadas nos hicieron reflexionar nostálgicamente
hasta las imágenes de la animación original.
Grato vivir esta experiencia,
tantos años después, en un producto de calidad, pese a los detalles que
pudieran encontrarse y válidamente, criticarse.
Sólo estoy aquí, escribiendo esta
nota, como un muchachito emocionado que antes fui, que reencuentra en su
madurez, un catalizador visual, narrativo y sonoro, que lo inspira en múltiples maneras. Y es que por estos
días deprimentes que vivimos, eso es
exactamente lo que se extraña.
Imagen tomada de la liga:
Escucho:
Love in the dark | Adele
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