Crecer ha sido una experiencia surrealista, porque desde hace tiempo –no podría recordar desde hace cuánto– crezco habitando, esto significa que mi cerebro y emociones, utilizan el Espacio como punto de comparación y
referencia, para ubicar, recordar, acceder a los momentos a lo largo de mi
vida, con las personas con quienes he pasado el mayor tiempo de mi existencia: mi familia. Dos de tres de nosotros,
vivimos ya en espacios diferentes, así que los recuerdos vienen desde la
primera casa que mis padres llamaron `hogar´ (de la que francamente no recuerdo
mucho, por ser un niño en ese entonces –y
uno muy distraído–). Como arquitecto, tuve el privilegio de
intervenir la Casa de los abuelos, para
plantear un espacio solicitado por uno de los tantísimos miembros de la
familia. Ver desaparecer tu espacio de juegos infantil, fue una experiencia indescriptible, una sensación, mezcla
de incertidumbre, nostalgia y expectativa.
Ahora, he podido diseñar el
espacio personal donde vivo, desde
donde planteé –inconscientemente,
debo decir– la meta de vivir y atesorar nuevos recuerdos.
Lo hago desde la plataforma que mi familia me enseñó: se trata de un espacio
pacífico, versátil, ordinario, pero emocionalmente extraordinario –para mi
propia experiencia, cosa que nadie más comprenderá jamás–.
Se extrañan los espacios que has
habitado, que, –he comprendido– es una analogía de extrañar la compañía y las experiencias con mis padres
y hermanos. Hoy la Vida me ha dado la (sutil) oportunidad de pasar el mayor
tiempo con ellos. Hace días publicaba en relación a la ironía del Universo, de colocarte en determinados
tiempos y lugares, cuando piensas que las cosas no han acontecido como
esperabas, y que será inevitable el final de tu desarrollo humano, de repente
te encuentras junto a personas que te inspiran y te motivan con su cariño y
apoyo, a enfrentar los retos y las circunstancias adversas. Hablo de mis padres
y hermanos. A lo largo de mi vida he formado parte de diferentes familias, en
plataformas tan diversas y disímiles. Di lo mejor de mi en cada una. Crecí en
ellas, he aprendido tanto. La última formó parte de mí por trece años. Duele
verlas partir, dibujar las despedidas, comprender que los pensamientos y
emociones han cambiado. Los espacios, las vivencias, las personas, las
circunstancias. Cerrar los ciclos, para regresar de nueva cuenta a quienes han
estado en cada etapa, en cada decisión y circunstancia: mi familia. Mis padres
y mis dos hermanos.
Esta nota es para ellos. Para
mostrarles mi agradecimiento por las palabras, los abrazos, las críticas, el
apoyo y el respeto. Como ser humano, expresé en todo lugar donde habité, mis deseos de enseñar lo que
aprendí de ellos, de hacer ver a las personas, lo que para mí es indispensable
y valioso. Con frustración aprendí que cada persona tiene valores y objetivos
humanos tan diversos. Pude haber tenido muchas familias a las cuales pertenecí
y con quienes me siento profundamente identificado y agradecido, pero siempre
regresé a la misma familia: la de origen.
Las peleas, discusiones,
diferencias y distanciamientos con ellos, siempre concluyeron en todo lo contrario:
comunicación y acercamiento: comprender que somos humanos, pensamos distinto, poseemos
edades diferentes, con objetivos opuestos, pero al final, una meta común que
nos conecta e integra: ser felices al
mirarnos crecer como seres humanos. Algo que no he mirado como un común
denominador afuera. Ni siquiera común.
La mayor lección que he aprendido
en esta vida.
Escucho:
You're lucky to me | Louis Armstrong
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