Hace años una historia no me
conmovía como lo ha hecho la tarde de ayer.
Ayer.
¿Cuántos años han acontecido
desde entonces?
Los paisajes, las conversaciones.
El tiempo narrado de manera pausada, dándole a cada instante, su adecuado
momento y lugar. La brisa, las noches. La Luna.
Las miradas.
El movimiento lento, pensado,
frágil y nervioso, de las manos.
Y sobre todo, los espacios. El Espacio.
Me hizo trasladarme décadas
atrás, ahora dando la impresión de que se tratase de otra vida, existencia de
la que no existe testimonio alguno, salvo –quizá– las emociones guardadas en mi piel, y
en la tuya. Celosamente almacenadas ahí, donde nadie jamás podrá robarlas.
La ciudad fue la escenografía
perfecta. El recorrido por las calles y avenidas inspiró las emociones.
Cada momento retratado fue un
fiel recordatorio de lo acontecido, paso a paso, frase a frase, sentimiento
tras sentimiento.
Las memorias –no importa el Tiempo que transcurra desde entonces– fueron detalladamente labradas ahí,
en la mente, en el corazón, para quedarse hasta que alguno, muera.
Extraño tus caricias. Tus manos
haciendo destrozos en el borde de mi cuerpo. Extraño las imágenes, los
recorridos urbanos por la serie de emociones que desperté en tu persona.
Pero todo es Pasado ahora. Ha
quedado esculpido también en los muros, en las oquedades, en los santos
colocados en los nichos altos de las esquinas viejas. Esas miradas en los ojos
de las esculturas, donde quedó registrado el `santo y seña´ de todo cuanto hicimos.
Y te extraño.
Te extraño como las calles
extrañan el Otoño. Las hojas cayendo, ocres, sobre la piedra áspera del
pavimento de las avenidas sobre las que escribimos una historia que penetró
hasta el alma, pero que sabíamos que nunca sería realidad.
Es irónico –pienso– que la ciudad
existe, se recorre, se huele, se toca, se vive. Tú también existes, pero la
historia que escribimos no posee la veracidad, la prueba, de haber acontecido.
¿Fue producto de mi imaginación, entonces?
Estoy consciente que habrá
historias, como la de ayer, que me dolerá mirar, leer, palpar, porque siempre
me recordarán a ti, y al recuerdo de lo que fue, que jamás pudo ser.
Y sólo tengo el consuelo de las
letras. Fue lo único que dejaste en mí.
La agonía de ser capaz de relatar
en la escritura, lo que más me duele, lo que lentamente, me asesina. De utilizar
esta maldita cualidad de extraer de mí, con quirúrgico cuidado, las fibras
marchitas, para experimentar cierto alivio, convertido en notas como ésta, en
delirios, en historias, en novelas.
Qué injusto ha sido.
Pero aún te extraño.
Escucho:
All a dream | Norah Jones
Latest craze | Just like you said || Seal
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