Reescribo mi primera novela, que
data de décadas atrás. Mi mascota duerme plácidamente a un costado mío, en su
cómoda cama de tela, mientras ella y yo escuchamos a The Beatles, y su Álbum
blanco.
Recuerdo nítidamente las melodías
de The Beatles, en algún punto de mi
pubertad, siendo escuchadas por mi padre, quien tiene gran parte de los álbumes
del grupo. Él, sentado en lo que ahora es su despacho, trabajando, dibujando,
resolviendo ecuaciones, estudiando.
No fui consciente de la
existencia de la agrupación hasta hace cerca de una década, tal vez.
Ahora, mientras reescribo una
historia, anclada profundamente en mi profesión madre, la Arquitectura, recuerdo tantas cosas, entre memorias, sensaciones,
vivencias espaciales.
El atardecer transcurre tras un
cambio de horario, y caigo en cuenta, con cierto pesar, que las vivencias
originales que dieron pie a esta novela, no aparecen ya claras en mi mente, más
bien como recuerdos borrosos ocultos entre las líneas que reviso una y otra
vez.
La Música me acompaña plácidamente, con este puñado de melodías que me
mantienen activo y animado, alimentando mi claridad mental. A lo largo de los
recientes meses, he saltado de géneros musicales a otros, y me he hecho
acompañar de propuestas musicales varias y diversas.
La historia que hemos extraído y
desempolvado de la mesa digital de trabajo, nos ha traído gratos recuerdos,
secuencias narrativas que sientan las bases de muchas historias posteriores a
ella. No lo sé, tal vez escuchar a The Beatles es un perfecto backstage no original en este momento.
Si bien estas melodías no estuvieron presentes en la génesis de la narración,
si me permiten obtener la fluidez necesaria para inmiscuirme de nuevo en ella,
y reencontrar su espíritu, y traerlo de vuelta al presente.
Una tarea nada sencilla, debo concluir.
Escucho:
Ob-la-di, Ob-la-da | Martha my dear || The Beatles
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