Hoy por la mañana, muy temprano,
mi perro y yo salimos a caminar por las inmediaciones del cerro circunvecino, cuando
fuimos atacados en la misma ruta por un perro San Bernardo, quien iba acompañado de otros cuatro perros, y sus
dos dueños. Al parecer, las dos personas salieron más temprano de lo habitual,
aprovechando el día de asueto.
La fecha, al parecer especial
para muchos, fue un grato pretexto para pasar tiempo con sus respectivas
familias. La familia vecina –por ejemplo–, salió a la cancha de basquetbol del parque de la colonia, a
jugar entre sus tres generaciones: padres, hijos y nietos.
Y es que estas fechas siempre han
guardado una fuerte carga cultural,
pero más allá de ello, tienen la magia de mantener a las familias unidas, con
pretexto de la Tradición,
convirtiendo estas horas en la oportunidad de convivir, de pasar tiempo con
aquellos que más amamos en Vida.
En la experiencia dentro del
medio académico, me percaté que se trata de la fecha donde los estudiantes
viajaban sin demoras ni reparos a sus lugares de origen, para estar con sus
respectivas familias. Quizá demasiado jóvenes para entender la profundidad del
poder de la costumbre y el arraigo familiar, pero sí dispuestos a
aprovechar la oportunidad de estar con sus seres queridos, aunque sólo fuese
para celebrar horas irrepetibles en otra época del año.
El Color, la Luz, la Armonía y la Tristeza disfrazada de Alegría,
como piezas clave de estas horas, celebradas desde la profundidad antiquísima de los tiempos prehispánicos, han permanecido aún hasta el día de hoy.
No me resta más que rescatar la Nostalgia, el anhelo hermoso del regreso a casa.
¿Y qué no es ésta la idea que sustenta la Celebración?
Todos los días salimos de casa,
estudiamos, trabajamos, pasamos horas, días, a veces semanas fuera del hogar,
lejos de nuestras familias, en una cotidianidad
que absorbe de nosotros nuestra esencia, nuestra energía, nuestra Vida, lenta y dolorosamente.
Vivimos sin ser conscientes de
fechas como éstas, donde lo único que desea nuestro corazón, el grito más
fuerte que de éste emana, es el deseo del regreso a nuestro hogar.
`Hay quienes desean Éxito, Poder y Riqueza, y hemos quienes sólo anhelamos
regresar a casa´.
Mientras caminaba temprano,
observando el cielo en hermoso amanecer, en pleno ambiente urbano, me topé con
una casa, de fachada actual y materiales contemporáneos, en cuyo acceso
aparecía una puerta metálica de herrería color negro, antecedida por un camino
de hojas de flores de cempasúchil, lo
que irremediablemente me hizo rememorar tradiciones como el Xantolo, que he conocido en lugares
propios de la Sierra hidalguense.
Un extraño sentimiento me hizo
detenerme de repente, observando con atención, con cierta nostalgia aquella
escena, en un primer cuadro arquitectónico y urbano, completamente fuera de
lugar.
Entonces lo comprendí.
Lo que despierta celebraciones
como éstas, es precisamente el anhelo de nuestro espíritu de regresar al hogar verdadero. Nuestra vida es una metáfora de dicho anhelo. Todos los días
respiramos el mismo aire de tristeza, de pronta resignación, de acostumbrarnos
a experimentar esta circunstancia terrenal,
aguardando pacientemente, deseando, rememorando el regreso a casa, a un sitio
donde podemos estar con aquellos a quienes amamos, en un ambiente de Serenidad
y lenguaje, propio del espíritu.
Cada color, cada aroma, cada
bocado en compañía de quienes aún permanecen con nosotros, pero con la plena
seguridad de compartir una fracción de existencia con quienes se han marchado,
es una bendición, es un momento valioso y atesorado, donde podemos convivir de
manera libre, abierta y repleta de Alegría.
Un par de días dedicados a los muertos, a
quienes se nos han adelantado, sin percatarnos que –quizá inconscientemente–
sólo deseamos recordar la Belleza
del viaje a nuestra verdadera casa.
Por instantes nos convertimos en
estos días de convivencia familar, junto al hogar al que hemos regresado cual
hijos pródigos, en un Todo mucho más grande que nuestra individualidad,
olvidando nuestra existencia egocentrista, para reflexionar y alimentar –aunque sólo sea por unas horas– el anhelo de nuestro espíritu de
regresar a lo más cercano que tenemos por hogar.
Al final, son quienes se han ido,
quienes han fallecido, quienes comparten con nosotros la hermosa lección de la Tranquilidad y la Paz del grato regreso al verdadero hogar, donde el Tiempo parece no existir, y el Espacio es un cúmulo infinito de
posibilidades, donde aprendemos a ser uno con todo lo que nos rodea, a ser uno
con nosotros mismos –incluso–.
Escucho:
Jenny Wren | Follow me || Paul
McCartney
Magic City | Fire flies || Gorillaz