Este año participé en un Reto de Lectura. Una dinámica donde cada
mes leí un libro con una temática específica.
La complejidad sobrevino desde
encontrar el tiempo para leer, el gusto o disgusto por el tópico indicado, la lista de lecturas que se tenía pendiente antes
del reto, darse oportunidad de visitar la librería para adquirir el respectivo
título del mes, los prejuicios ante las críticas de los demás lectores, y demás
circunstancias que representaron un Círculo
de Lectura.
Hoy, concluida la actividad
satisfactoriamente, valoro diversos elementos que fui descubriendo a lo largo
de los meses de lectura.
Cuando renuncié a mi antiguo
trabajo por cuestiones personales y de Enfermedad, jamás imaginé reconocer que
me encontraba en una plataforma de Inflexibilidad
y completa Negación de mi
entorno vocacional, personal, individual.
Decidí tomar el Reto porque
personalmente necesitaba hallar inspiración, motivación, razones para
reencontrar sentido a la existencia, a mi propia Existencia, a través de una
actividad o actividades que me sacaran de mí, y me ayudaran a reinventar y trazar
nuevos límites humanos, personales y creativos. Invité a mi mejor amiga a participar, además de conocer
en el trance a personas dispares –muchísimo– que paulatinamente abrieron mi
perspectiva y comprensión del Mundo y sus mecanismos de funcionamiento social y humano.
Los libros leídos, las lecturas
compartidas por otros, las recomendaciones que al final hice mías, las
interacciones humanas, el tiempo compartido más allá del tiempo reglamentado
por las actividades. Cuando menos lo pensé, algo
se había transformado dentro de mí.
Comprendí que a la Vida le otorgamos rutinas, patrones de creencias y comportamientos que le brindan sentido a lo que hacemos, a lo que
somos, en lo que creemos.
Las lecturas (más de treinta)
realizadas de manera ardua y sin tregua ni descanso, bombardearon mi mente y mi
corazón con el planteamiento de posibilidades infinitas, hasta el punto que
terminaron rompiendo mis propios e inflexibles paradigmas.
Fui consciente entonces que cada
persona tiene un punto de partida de comprensión del Universo sólido y válido. Si
en algún momento compartiste procesos de crecimiento y desarrollo, los caminos
evolucionan y se redirigen a nuevos pensamientos y metas, que terminan de
romper las creencias de los demás, así como los paradigmas propios rotos que
ahora levanto a pedazos del suelo tras ser consciente y recapitular los meses
de participación, interacción y lectura.
Comprendí que puedo expresar mis
puntos de vista y las reglas que otorgan Orden
y Sentido a lo que soy, pero no
puedo imponerlas a nadie, ni esperar que los demás lean y comprendan a mi
propio ritmo, con mis propios gustos y haciendo exactamente lo que he hecho
para lograr determinadas metas.
Aprendí que ganas y pierdes
relaciones, experiencias, pensamientos e incluso, sentimientos, en el trayecto
de un camino que demanda de tí, Apertura,
Desarrollo y Crecimiento, intra e interpersonal.
Y que los libros, al igual que
nosotros, tenemos hojas, pastas, encabezados, que muestran lo que somos, pensamos,
a lo que nos dedicamos, pero cuyo contenido sólo es conocido –y quizá comprendido– cuando les das la oportunidad de
leerlos –y en la mayoría de los
casos, releerlos– a profundidad, y
descubrir las tramas, detalles y pormenores que determinan lo que un libro
representa, lo que en verdad es, incluidos los malos capítulos, las narraciones
lentas, los personajes inverosímiles, o hasta las tramas o valores absurdos.
Quizá –como me pasó a mí con Herbert
George Wells– te das cuenta que muchos años creíste que un libro te
gustaba, que era el mejor jamás escrito, con el que empatabas a la perfección y
hasta representaba tus ideales, para despertar un día y darte cuenta que no
representa más lo que antes representó.
No se trata de echarle la culpa
al autor, o el libro ha cambiado, o siempre fue malo.
Más bien, has evolucionado o
modificado tu manera de pensar y sentir, algo ha cambiado –dentro de tí–, de tal
manera que ha llegado el momento de abandonar esos libros, ir a la Librería, y
abrirte a los estantes para conocer nuevos libros, acorde a lo que eres, lo que
piensas o has descubierto, o lo que deseas ser en un futuro mediato, y que en fondo,
deseas compartir con las personas con quienes tengas oportunidad de interactuar.
La Vida se trata de jamás dejar
de leer, de alimentar nuestro espíritu y de no juzgar los libros con los que no
compartimos visión. Ellos están para ayudar o enseñar a otros, cosas que no nos
interesan o en las que nosotros no creemos o con las que no somos capaces de
aportar, o los libros aportar a nosotros.
Al final, podemos elegir qué
leer, a qué ritmo leer, y con quién hacerlo.
El Reto de Lectura en el que
participé me ha enseñado lecciones a las que jamás imaginé hacerles frente. La
Lectura ha sido una Metáfora de
ciertos aspectos de la Vida, que uno espera encontrar en las tramas de los
libros que lee, pero que de repente se convierten en las líneas que vives en tu
vida, día a día, y que demandan retos, inspiraciones, adversidades,
motivaciones, o simplemente, profundas reflexiones.
Personajes en imagen, creados e ilustrados por J. E. Franco (@jefrancox en Twitter).
Personajes en imagen, creados e ilustrados por J. E. Franco (@jefrancox en Twitter).
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