Días, semanas, desde que escribí
por última vez…
Tanto ha sucedido desde entonces,
que me es complicado concentrarme para abordar de nueva cuenta las palabras y
escribir sobre algo coherente, que tenga sentido.
Quizá lo que más duela sea la Melancolía, Nostalgia por personas y
circunstancias que se han marchado de mi vida, y cuyo hueco aún duele muy
dentro de mi ser.
He visto tantos amaneceres desde
entonces, como tantos los recuerdos que se guardan en el archivo de la mente,
atesorados por el latido tenue del corazón.
Extraño aquellos días de
compañía, más bien, de acompañamiento, donde se solía hablar de temas y elementos
que nos construían como seres humanos, como personas, como habitantes de circunstancias varias, siempre debatiendo,
reflexionando, poniendo en tela de juicio los pensamientos mutuos, aquella
Realidad que mirábamos acontecer, y de la que nos gustaba reordenar las piezas,
aunque sólo fuera en divagaciones y disputas que pensé, eran inocentes y no
dañinas, pero ahora –lo comprendo– fueron motivo de ideas y
resentimientos, que se guardaron dentro, hasta que no se pudo soportar su
encierro, más.
Hablé –por el contrario–
durante los últimos meses con personas muertas, en conversaciones alargadas
durante horas, sobre el Bienestar y la
Integridad de ustedes, a quienes más
quiero, pero que se han separado del andar sobre un camino que siempre ha
dolido transitar, porque se ha hecho solo, porque a veces pienso que debe
hacerse solo… como una eterna maldición de la que no se halla salida, porque el
Dolor del Vacío es la moneda con la que se invierte y se paga en esta Vida.
Pasar más tiempo charlando con gente
muerta, que con viva, no es sano.
Porque las cosas que se
experimentan a lo largo de los sueños, de todas las pesadillas, son más que
recuerdos desagradables al despertar. Son huellas de experiencias reales, surrealistas e inverosímiles, que dejan su veracidad en las marcas
profundas de la superficie de mi piel –que
sin desearlo siquiera– se sumerge en
todo momento en cavilaciones no
buscadas, y en ocasiones no deseadas, que dejan tras de sí, impresiones que
lentamente transforman la perspectiva de la Realidad vivida.
Sí, el Dolor transforma…
Don maldito que obliga a navegar a lo largo de la existencia con
reservas, callando, reprimiendo lo que se mira, arriesgándose en contadas y
reflexionadas ocasiones, compartiendo lo que se guarda dentro, sólo para
encontrar en todo momento, temor, prejuicio
y aversión, lo que lleva siempre a tomar distancia y beber Olvido, porque el Dolor del
rechazo o de la Amistad fingida
puede más que la verdad de las circunstancias que jamás se comparten o se
expresan.
Sí, somos seres pensantes, que
regularmente prefieren ocultar en lo más profundo sus pensamientos reales.
Y así han pasado las semanas, los
meses…
Hace unos minutos hablaba con una
mujer sobre el encierro, la distancia, la frustración y la necedad del ser
humano de sufrir, de encaminarse siempre hacia veredas non gratas, donde se lastiman las relaciones, no se valoran las
riquezas emocionales, y se beben –por el contrario– elixires de apariencia
e hipocresía, en nuestra eterna actitud de no
aceptar quienes somos, y preferir cumplir las expectativas de lo que más
odiamos.
Han sido días, semanas de Silencio, de profundo análisis y Reflexión.
De saberme responsable de mis
errores, de lo que hice, del daño que causé, y de la imposibilidad de regresar
las piezas a donde antes, eran.
Me disculpo por eso.
Sé que es demasiado tarde.
Pero no infructuoso para un
hombre, aceptar lo que ha hecho, aunque el río deba continuar andando en su
cauce, y las aguas, como oportunidades únicas e irrepetibles, no retornen nunca
jamás a mis manos.
Escucho:
Marauder. Album | Interpol
Courage. Album | Celine Dion
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