`Todos los pueblos hostiles a
la familia han terminado, tarde o
temprano, por un
empobrecimiento del alma´.
Conde Hermann Alexander
von Keyserling
Es un hecho que cada cultura y civilización posee una serie de circunstancias históricas que definen ese bagaje que diferencia cada idiosincrasia y pensamiento colectivo.
Me he centrado en estudiar los procesos cognitivos del diseño y la creatividad, y he descubierto que, independientemente de que este proceso mental racional se dé en todos los seres humanos, las circunstancias culturales influyen de maneras determinantes.
Como nación, como conjunto de seres que integramos este país, tenemos una forma de pensar colectiva definida.
Como individuos, sin embargo, las diferencias con respecto a la colectividad son marcadas.
La creatividad es un sistema racional humano que requiere para su existencia de un aspecto primordial: la colaboración. Este aspecto no está presente en nuestras pautas culturales individuales. Las razones más fuertes datan de los periodos de la infancia y la educación familiar. El concepto de familia se ha desarrollado bajo esquemas psicológicos y sociales que distan de los parámetros de la definición original de familia.
Desde la década de los setenta, los núcleos familiares han sufrido una evolución que los ha llevado a incluir entre las variables de su desarrollo aspectos como la equidad de género, el status social, la tecnología, entre los puntos positivos, y la inadaptación, pobreza, violencia, narcotráfico, entre los puntos negativos, por sólo mencionar algunos. Dichas variables son integradas a la educación familiar de maneras vertiginosas y forzadas, sin pautas definidas ni oficiales, pero que, a la larga, generan trastornos familiares graves que se reflejan físicamente en la sociedad.
Hace un año escribí un ensayo en torno a la situación vivida en poblaciones como Ciudad Juárez, donde el fenómeno descrito cobra vida y fuerza, reforzándose a sí mismo como parte `oficial´ de la idiosincrasia del lugar.
El círculo se cierra de manera viciosa. Como miembros de una familia, rara vez conocemos conceptos como el trabajo conjunto, el compartir las ideas, o desarrollar objetivos conjuntos entre miembros de un núcleo. Esta incapacidad se traslada -por ende- a los núcleos humanos mayores donde desarrollamos nuestra vida en comunidad y nuestras actividades profesionales.
Vivimos constantemente asediados con la idea de que la equidad de género, los derechos humanos, la igualdad social y otros `valores´ han sido rotos o jamás respetados. Desde la infancia los hijos aprenden que el respeto, la honestidad, y demás ideas sociales se aprenden en ambientes imposibles donde jamás serán cumplidos, no importa cuánto se esfuercen por hacer la diferencia. Siempre habrá un `ente´ que transformará todo en lo que siempre ha sido: corrupción y deshonestidad.
Cuando estos niños se transforman en personas que poseen responsabilidades a su cargo, las ejecutan con la idea subconsciente de que el camino que les ha llevado a ese lugar ha sido muy largo y duro, y por lo tanto no merece ni el intento de brindar confianza y apertura a quienes les rodean, por el temor de perderlo todo.
La violencia psicológica, física o demás circunstancias familiares han dañado seriamente la psique de las personas, lo que es alimentada con las ideas y acciones de los subordinados, quienes no son capaces de transformar los pensamientos generacionales [generación tras generación] de que las autoridades son corruptas y que detrás de cada acto honesto, hay un doble telón de fondo o intención, que siempre derivará en algo corrupto.
O, lo que es peor, la corrupción existente se ve afectada con las acciones honestas, lo que genera reacciones violentas que no hacen sino mostrar la intolerancia y la aceptación al cambio positivo.
Estas ideas pueden ser trasladadas sin problema, desde el ámbito familiar más íntimo, hasta las estructuras jerárquicas nacionales.
El problema: el núcleo familiar.
Trabajar con valores, sensaciones y emociones es indispensable en las familias y en las escuelas y universidades.
La labor profesional del diseño y construcción arquitectónica se ve empañada por esta ideología de igual manera.
La tesis de maestría y la investigación que realicé hace cuatro años arrojaron conclusiones interesantes, que hablan de nuestra incapacidad emocional, social y creativa de resolver nuestras propias circunstancias individuales y, posteriormente, colectivas.
No es imposible, aunque sí complejo, intentar transformar estas variables, para derivar en reacciones y mentalidades más abiertas y cooperativas.
La experiencia personal en el diseño, en el ámbito académico y profesional en general me han ofrecido experiencias donde este proceso social generalizado se muestra palpable.
Y qué decir de los acontecimientos que vivimos como nación a lo largo y ancho de nuestro territorio.
La creatividad debe ser tomada como algo valioso, indispensable, y sumamente necesario para el mejoramiento de las condiciones sociales en general.
La creatividad es un término que ha crecido y se ampliado a lo largo de los años, e incluye el ámbito social, familiar, psicológico y emocional de las personas, ya que estos factores son los que definen y construyen la ideología y la temple de una persona, y, por consiguiente, determinan las reacciones que se tendrán en todos los ámbitos de la vida.
Aceptémoslo, somos, en muchos sentidos, incapaces emocionalmente de reaccionar, de aceptar, o de solucionar muchos de los conflictos que experimentamos en nuestras vidas cotidianas. No se trata, pues, de resolverlo todo, sino de aplicar la creatividad en un primer plano, es decir, solucionando de la manera correcta, innovadora y satisfactoria, nuestros propios asuntos individuales.
Escucho:
Fanfare for a resurrected priestess / Christopher Young
Here I am [Kaskade Radio Edit] / David Morales With Tamra Keenan
Don gon do it / The Rapture
Exogenesis: Symphony, Pt. 2: Cross-Pollination / Muse
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