Varias veces se preguntó qué era el Amor.
Tras varios tropiezos, decidió que era momento de optar por la soledad.
Tras varios tropiezos, decidió que era momento de optar por la soledad.
Fue así que terminó con la última relación que
tenía, y que había durado varios años.
Desilusión.
Frustración.
Profunda tristeza.
¿Qué es el
Amor?
No lo es sólo el Tiempo compartido. Aquellos
momentos que recuerdes en tu mente, y que alienten al corazón. Sólo recordarás –posiblemente– los recuerdos buenos, los que te arranquen una sonrisa y te hagan
pensar que existía una posibilidad de un futuro, juntos.
No lo es desde luego los obsequios, las salidas,
los detalles, los objetos, grandes o pequeños, las invitaciones a los lugares
increíbles, añorados, recordados y únicos, en el sentido de que las vivencias
sólo representan esa vivencia estando juntos en el espacio específico visitado.
Cuántas veces vemos lo que sólo deseamos ver.
Cuántas veces creemos en el Amor como aquel concepto que han compartido con
nosotros nuestros padres, abuelos, amigos, o ideales que hemos fabricado desde
tiempos inmemoriales.
Las personas en nuestras vidas irán y vendrán.
Podremos no hallar en ninguna de ellas la posibilidad
del Amor verdadero. Contar con una vida de irremediable e interminable búsqueda
por un concepto que sabemos con incertidumbre que podría no existir.
¿Qué es lo último que recuerdas de tu más reciente
relación? Fue la pregunta clave que el hombre formuló en ese momento.
—Los buenos momentos… Lo cordial de sus
palabras. Sus abrazos. Su sentido del humor...
Sólo cosas buenas.
El Amor –debes
comprenderlo– va más allá de eso.
Hoy recuerdas de igual manera los malos
momentos, las disputas, las discusiones, su actitud, así como las últimas
palabras que salieron de sus labios, sus celos, su mentalidad carente de
sentido.
Silencio.
El Amor depende de uno mismo.
¿Que a qué me refiero?
Veamos.
¿Lo amas?
Si no encuentras la respuesta. Si titubeas
en este momento. Si no sabes a ciencia cierta qué contestar, entonces el
verdadero significado de esta relación es el fracaso.
Verás. –El
hombre se sentó cómodamente, para comenzar a bosquejar su historia–.
Cuando encuentras a la persona que amas, que
sabes con certeza que es con quien anhelas pasar el resto de tu vida, es porque
has alcanzado un grado de madurez que llamo amor
incondicional, que no es otra cosa que haber aprendido a vivir contigo
mismo, a amarte a ti mismo.
La mayoría de las personas no han alcanzado
este grado de amor incondicional cuando deciden unir sus vidas con la persona
que `creen que aman´. La pregunta es si sabes por qué.
Silencio.
Bueno –prosiguió
el hombre–, amar a alguien para toda
la Vida, significa que primero te amas a ti mismo, tus virtudes, tus errores,
que aceptas todos tus tropiezos, tus tonterías, tu manera de pensar –sea cual ésta sea–, y que estás dispuesto a compartir este amor, estas difíciles
enseñanzas, el sufrimiento que te tomó rechazarte, confrontarte, dolerte,
aceptarte, y amarte, si, compartir este dolor con alguien más.
Ahora todo comenzará a tener sentido.
¿Recuerdas por qué discutiste, qué fue lo que te hizo terminar con esa
relación, con esa persona que amabas?
Algo dentro de ustedes se rompió.
Algo dentro de ti se rompió.
No es culpa de la otra persona, o culpa tuya…
Pero la decisión de ver más allá de eso, sí.
Esa decisión es sólo tuya.
La persona que amas cometerá errores.
Muchos. A veces se comportará como un niño. En ocasiones sus celos serán
insoportables. Otras veces no tolerarás su mal humor, o sus palabras,
irritantes, o su simple presencia. Otros tantos momentos lo considerarás tan
estúpido.
¿Sabes por qué fuimos diseñados para estar
con alguien?
Es
el camino que Dios pone delante para aprender a amarnos a nosotros mismos.
Tuviste una hermosa relación, ¿no es verdad?
Me refiero, antes de encontrarte hoy en soledad, en molestia y tristeza con la
Vida.
¿Hay molestia, enojo, furia, frustración?
Esos momentos, ESTE momento, te hace fuerte,
te enseña que la Vida, que el Amor, no son perfectos. Que la persona que amas,
en la que más confías, al igual que tú, no han alcanzado la meta, no se aman –aún– a sí mismos, antes de intentar amar a alguien más.
¿Cómo lo sé?
Si la actitud, si las palabras que
despertaron esa discusión que hoy aún te genera dolor en el corazón, continúan
presentes, entonces ellas son rasgos, son temores, son ideas que posees dentro,
reflejo de tu propia persona, son errores, cualidades no pulidas que tú posees,
y que la otra persona no hace sino mostrarte en toda su rudeza, en su
ignorancia, en su desesperación por no ser capaz de amarse a sí misma, y, por
lo tanto, sufrir ante la posibilidad de perderte.
Si tú, por el contrario, has sentido dolor
al escuchar esas palabras dichas, al recibir esa actitud inmadura, es señal de
que tú eres incapaz –de igual manera– de experimentar amor verdadero por tu
propia persona.
Debes saber que tu aprecio, tu seguridad por
tu persona es tal, que no habrá palabras o actitudes que puedan dañarte. Una
relación es más que simple amor, es la decisión de ofrecer a la persona que
amas, la capacidad y la opción de crecer como ser humano a través de ti, de tu
madurez, de tu temple, y de todos los errores que, juntos, podrán descubrir y
superar unidos.
¿Existe el Perdón?
Es una falacia.
Perdonar es caer en la ilusión de que la
persona que ofrece el Perdón es mejor, más madura, se encuentra en un nivel
superior de autoestima, que aquel a quien perdona.
¿Representa eso amarse a sí mismo?
Amarse a sí mismo no es perdonar, es
encontrar la historia completa, la participación de ambas partes en un camino
integral y superior, donde lo material, los sentimientos, las facetas, las
apariencias, las críticas de los demás, no existen porque no interesan, donde
ambos, tú, y la persona que amas, tienen tanto que ofrecer, tanto por decir,
tanto que aprender juntos, mutuamente en un proceso donde amar
incondicionalmente al otro es el trayecto mismo para mostrarse que se aman a sí
mismos.
¿Puedes recordar un solo momento donde fuiste
feliz a su lado?
—Sí…
Vaya –dijo
el hombre–. Un atardecer.
Un momento hermoso.
Todo alrededor de ustedes es indescriptible.
Lucen tan felices. Se miran plenos.
¿Qué sucedió? ¿Qué fue lo que los separó
entonces?
¿La inseguridad? ¿El miedo?
La acción de vivir representa por sí misma
miedo, temor, incertidumbre.
Y, sin embargo, decidimos mantenernos vivos.
No terminamos con esa relación. La Vida es nuestra compañera hasta que morimos.
¿Y sabes por qué?
Así lo decidimos.
A veces son tiempos buenos. A veces son
malos.
Imagina que aguardáramos hasta hallar a la
`Vida´ perfecta con quien compartir nuestro tiempo pleno en esta Tierra.
No naceríamos…
A la Vida no la perdonamos. Simplemente la
aceptamos, y aprendemos de ella.
Me agrada pensar que en el fondo la amamos
incondicionalmente.
Y continuamos viviendo, creciendo,
madurando, sobreponiéndonos a los obstáculos.
Con la firme convicción de ser felices.
Prósperos.
De lograr nuestra plenitud.
¿El Amor existe?
Sólo en la medida de que así lo desees, y lo
decidas.
El Amor no está en tal o cual persona.
Se halla dentro de ti.
Amarte a ti mismo significa amar a quien has
elegido amar, y enseñar a esa persona a través de tus errores, aprendiendo tú
de los suyos, a ser mejores.
Si la persona en la que hoy piensas te ha
hecho sentir este gran dolor que experimentas en este instante, es que existe
una gran lección que aprender, un cúmulo de errores que pueden transformarse en
virtudes. Del tamaño del dolor y la herida, es el valor de la lección. Sólo tú
puedes decidir si, salvando ese dolor, pueden ser capaces de encontrar el amor
verdadero que anhelas.
Nadie dijo que las lecciones más valiosas y
complejas serían sencillas.
Si la otra persona no será jamás capaz de
amarse a sí misma, entonces todo está perdido.
Pero comienza arreglando primero tu
situación. Tus sentimientos. Tu propio ser interno. Si lo haces, entonces podrás
enseñar a quien amas, a sentir amor por su propia persona.
Si no es esta persona la indicada, date la
oportunidad de aceptarla tal y como es, de aprender la lección que debes
aprender de sus actitudes, palabras y valores, y dejarla ir sin dolor, sin
rencor en tu corazón.
¿Puedes hacer eso?
La mujer miró al hombre. Reflexionó, en
silencio.
Jamás se habían visto antes. No se conocían.
El hombre sonrió:
Yo creo que el Amor existe.
¿Podrás encontrarlo? ¿Puedes buscarlo dentro
de ti?
Ella sonrió.
Tenía la más hermosa sonrisa que puedas
imaginar.
Eva –Arenita
(cómo el hombre que ella amaba solía decirle)– asintió.
El hombre que había compartido su relato,
pudo ver en el brillo cristalino de su mirada, el reflejo tímido de cierta
tonalidad de amor.
En verdad, el Amor incondicional se
encontraba ahí, en ella, en esa mirada repleta de esperanza.
También sonrió.
Algo había cambiado.
Fotografía cortesía de:
Pedro Domínguez
Escucho:
God says nothing
back / The Wallflowers