Lo que aprendí en el reciente
viaje, tiene que ver con la perspectiva de cómo vivir, cómo comprender la Existencia,
las circunstancias, y el tránsito por la Vida. Cada travesía es una analogía, en ocasiones una metáfora, que en cada fase, nos ha
dejado lecciones, a través de vivencias y momentos únicos, que han ampliado el
horizonte, la manera de percibir las cosas. Cada viaje ha traído consecuencias,
reflejadas en proyectos, a veces arquitectónicos, a veces textos transformados
en libros, otrora fotografías, vídeos, o demás evidencias que hemos compartido
por diversos medios.
En esta ocasión no fue la
excepción. ¿Habrá algún producto tras la vivencia de lo que paulatinamente
asimilamos y comprendemos? Es muy pronto, o muy tarde, para saberlo.
Hace meses descubrí que la Salud
se encuentra afectada por una situación que ha transformado, ha comprometido
nuestra vida. Es sarcástico, irónico, sorpresivo conocer que tus expectativas
de existencia de repente se encuentran limitadas de formas que no puedes
entender, y en un primer momento, aceptar. En momentos como éstos, cuestionas
lo que has hecho a lo largo de los recientes años, y –en mi caso– de qué me
sirve ser arquitecto, escritor, hombre, catedrático, nadador, o cualquier título que quepa en
este renglón y que complemente los ejemplos dados.
Me separé de todo aquello que
valoré como inútil y falto de sentido tras una noticia de considerar posibles
décadas, como años, como meses. Renuncié a mi trabajo dentro de mi área laboral,
que me vio crecer más allá de trece años, aunado a la indiferencia de las
personas con quienes debía laborar a diario. Tras diferencias, y desacuerdos en
las decisiones no fundamentadas y carentes de dirección, entiendes que la Vida
no es la misma para todos. Quizá los demás tengan tiempo para invertir en
conflictos y en situaciones vanas, relacionadas con el poder, el castigo, y la
satisfacción de dominarlo todo, sin empatar con nada o nadie, sin atisbar la
opción de desarrollo, de comprender que podemos mejorar si trabajamos en
conjunto, si nos abrimos a aprender de quienes nos rodean, sin tacharlos de
ignorantes o estúpidos. Por más de un año fueron los calificativos que escuché
día tras día.
Me alejé de la Arquitectura, tomando la decisión de no
diseñar o construir más, porque el tiempo y los recursos debían ser re-direccionados
a salvaguardar la integridad física, forzado todo por las circunstancias
experimentadas. Durante más de diez años compilé excelentes experiencias en la
práctica profesional y disciplinar, aprendiendo sobre la Construcción y la Supervisión,
en valiosas lecciones y retos disciplinares donde pude hallar resoluciones con
apoyo y colaboración de personas sabias, honestas y comprometidas, de quienes
aprendí y valoré esa faceta práctica de mi carrera.
Cuando tu vida sufre un revés de
esta envergadura, las reestructuraciones son necesarias. Tienes dos caminos,
continuar sin cambio alguno, aceptando que las cosas no pueden mejorar,
resignándote cómodamente a que las circunstancias se corromperán sin que puedas
hacer algo al respecto, con la idea de que cualquier esfuerzo por tu parte no
conseguirá modificar lo que ha sido durante tantos años. Ése es el pensamiento
confortable que la gran mayoría de las personas tienen de la vida y de todo
cuanto les rodea, cayendo en la mediocridad y en la seguridad del fin de las
cosas y la perpetuidad de la corrupción e indiferencia.
El otro camino –el más difícil y complicado– es replantearte por completo como ser
humano, quién eres, lo que realmente eres capaz de hacer, y generar un punto de inflexión, para
reestructurarte y reestructurar la perspectiva de todo lo que te rodea.
He mirado la reacción de lo que
esto conlleva. La envidia, el rencor y el disgusto de quienes alguna vez te
conocieron. Agradezco la confianza y la compañía de quienes me han mostrado el
lado contrario, recordándome con un simple gesto que a veces es un milagro ante
mis ojos, que la Vida vale la pena, que el esfuerzo no tiene fecha de caducidad
y un simple abrazo, una sonrisa, o una solicitud para platicar de lo que
acontece en el trasfondo personal, es el camino hacia la plenitud y el
desarrollo personal, sin importar el desenlace corporal, biológico y físico ya
escrito en tu cuerpo.
Al final del día, meses después
del inicio de la tormenta más oscura y densa que he vivido hasta ahora, las
personas que más amo están conmigo, las compañías sorpresivas de quienes no
imaginaste o no conocías te abrazan y cobijan, y la Arquitectura me muestra que la Construcción
no lo es todo en la Vida. Idiotas somos si pensamos que el ser zapatero
sólo involucra reparar los zapatos. Ser un verdadero zapatero es la analogía
incomprendida de saber andar por la Existencia, reparando con cada paso, las
decisiones tomadas, las no tomadas, y las que dejamos que los ignorantes
disfrazados de conocedores, nos impongan.
Cuando se me solicitó rediseñar
el programa que hoy opera, comprendí que mi profesión no representa sólo un
campo. Inútil es hacerles ver a los demás que una asignatura que no miran sobre
el papel no significa que la preparación de miles de futuros arquitectos se ha
ido al carajo. Irse al carajo con la actitud y las perspectivas mediocres que
destilamos en todo momento es lo que lleva al desastre, pero ahora no me bajan
de inútil y pendejo. Cansado estoy de caminar por los pasillos y ser señalado
como el responsable de una decisión no tomada, o que nadie quiso tomar, pero de
la que ahora todos se quejan. Es la actitud más sencilla. La más cómoda.
El viaje realizado con el que
inicio la narrativa de esta nota me enseñó que nada es eterno, que lo que diseñamos va más allá de lo que
construimos, porque lo construido alcanza niveles de existencia que sobrepasan
nuestras inútiles capacidades como seres humanos y arquitectos, siendo nuestro
nombre un sinónimo de pequeñez, que nada tiene que ver con las valoraciones que
las personas harán de aquello que ideamos. En la mayoría de los casos, ni
siquiera estaremos para valorar el resultado de todo cuanto hicimos.
Pero eso no se enseña en los
programas educativos. Esa difícil lección de afrontar, de confrontar con la
Muerte, con lo efímero que la Vida representa. Porque sufrimos cuando nos vemos
limitados físicamente, por circunstancias que no tienen respuesta o
tratamientos, alternativas qué seguir para perpetuar nuestra existencia. Y
pensamos que el éxito es ser un profesional, imponer nuestra voluntad e ideas a
los demás, e invertir en lo material como si la Vida durara para siempre. Que
no nos falte el trabajo, el dinero, la casa, las comodidades.
Pero, ¿qué hacemos cuando nos
falta la Vida?
Gracias a Pepe y su familia, a Armando, a
Edna, a Kathy, a Alberto V., a Jazmín, a Alejandro, a Fernando V., a Florina, a Montserrat, a
Miguel N., a Diana, a Carlos, en último momento a Diego, y a tantas personas
durante las últimas semanas, por mostrarme lo que realmente importa. Lo
olvidamos siempre, hasta que algo radical y sorpresivo nos recuerda para qué
venimos a esta Tierra. Y entonces despertamos, aunque parezca ser muy tarde, nunca lo
será si reflexionamos y recapacitamos.
Finalmente entendí la sencilla
pero poderosa lección que reza: Nunca
tendremos lo que queremos, pero sí lo que necesitamos.
El fracaso –en el campo que quieran, incluida la pérdida de la oportunidad de
Vida– no existe.
Ouroboros | Álbum por Ray LaMontagne