Soy afortunado en muchas maneras, no importa que no
sea de la manera que más anhelo en este momento. El hecho de que no tengas la
continuidad temporal asegurada, no significa que no sea feliz, o no disfrute lo
que sí tengo a mi lado.
Fui un niño lento en todos los sentidos. Aprendí a
escribir tarde y a resolver divisiones con decimales más de un año después que
el resto de los niños. ¿Jugar básquetbol? Hasta entrados los catorce años. En Matemáticas no me consideré nunca excelente,
ni siquiera bueno. Lo mío siempre fueron las letras. Aprendí a leer y escribir
rápidamente, pero a redactar muchísimo tiempo después de lo normal. También me
vislumbraron lento en ese ámbito.
Siempre he dicho que fui afortunado al tener a los
padres que poseo. Desde que tengo uso de razón estuvieron ahí, conmigo, no
importando si yo era lento, o lentísimo, ellos siempre se tomaron el tiempo
para gastarlo conmigo, aunque no aprendiera como sé que ellos esperaban.
Compartí hace unas semanas la anécdota que retrata a
mi padre siendo mi catedrático en los estudios del Bachillerato. Aunque sabía
que no me dedicaría a ramas relacionadas puramente a la Matemática, decidí tomar el reto de experimentar a mi padre como
profesor, sabiendo de antemano que él era una eminencia en esa Ciencia, y yo no
tenía conmigo ni siquiera los principios básicos.
Siendo niño, él me enseñó pacientemente todo lo
relacionado con la Aritmética, el Álgebra y la Trigonometría. A veces me recuerdo a mí mismo leyendo y resolviendo
los ejercicios, tan lentamente, que el reloj de la cocina se detenía en las
noches que me dedicaba tras su jornada laboral. Sin embargo, él siempre estuvo
ahí.
Hoy mi padre se jubila voluntariamente de la universidad
donde impartió clases por más de veintiocho años. Durante el año anterior, y
gracias a la experiencia que tuve en un puesto adjunto de administrador, pude
aprender y apoyarle en los cambios radicales que la institución sufrió, y con
los cuales –afortunadamente– estuve más que familiarizado. Debo
decir que las noches con él, sentados delante del computador analizando el
sistema institucional no fueron jamás una carga. Al contrario, por alguna razón
que hasta ahora, mientras escribo estas notas, comprendo, fueron momentos que
disfruté enormemente.
La Vida, sin embargo, te brinda reveses, donde esperas que existan momentos felices. Pero la Vida también
te enseña que las lecciones arriban de maneras incomprensibles.
Él y yo sufrimos afecciones de Salud. Diagnósticos y
tratamientos por más de seis meses, para recuperar el Equilibrio. Tras meses de
visitas a médicos y estudios, él se encuentra estable y recuperado del todo.
Yo, por el contrario, continúo por el camino de la recuperación, sin
encontrarla aún.
Hoy que él ha decidido retirarse, sé que deja detrás
de sí una larga historia de años en la enseñanza de las Matemáticas, siendo uno de los tres catedráticos que cambiaron mi Vida
de manera radical. Mi padre posee un carácter apacible y sumamente paciente, y
es de las personas que te enseña sin palabras, sino con el simple movimiento de
sus manos, y su ejemplo. Sobre todo eso. Si lo observas un día, podrás aprender
sin preguntarle, sus movimientos y actitudes lo expresan absolutamente todo.
Lo he felicitado por la carrera académica que labró
al paso de las décadas. Pero le he agradecido sinceramente por haberme dado la
oportunidad de tenerlo como profesor. Sin él, las Matemáticas no me habrían otorgado la lección que compartí hoy con
mis estudiantes. Nuestras Intenciones
como seres humanos y nuestra actividad como profesionistas determinan la carga
positiva o negativa en nuestras vidas, y la Naturaleza de las lecciones que
aprenderemos de la interacción entre nuestra esencia humana y nuestro talento.
El Tiempo es relativo. Mi padre no estuvo mucho
tiempo conmigo en mi niñez y juventud, por cuestiones laborales. Pero compartió
conmigo lo más valioso que tenía consigo: su
talento para con las Ciencias Exactas. Alguna vez mamá me contó cómo todos
sus profesores lo reprobaron tantas veces en esa rama, que estuvo a punto de perder
la carrera. Entonces comprendí que no compartía conmigo el conocimiento en sí,
sino la valiosa lección de perseverar a pesar de todo lo adverso, no importando
si fuera una persona, un evento, una circunstancia o uno mismo.
Hoy pensamos que lo sabemos todo, que los profesores
tienen la obligación de enseñarnos, y que no tienen el derecho de exigirnos como
antes porque nosotros aprendemos y vivimos circunstancias diferentes, o somos
diferentes... Mi padre me enseñó que las circunstancias son relativas, y que
éstas tienden, lo mismo que los Límites,
a un determinado valor. Ese Valor es precisamente
el límite que nosotros mismos nos colgamos encima, al no valorarnos como
personas, y al no escuchar lo que las Matemáticas tienen que decirnos, es
decir, las palabras que nuestros padres, hermanos, profesores o seres queridos,
tienen que decirnos. Las Matemáticas son
sólo otra manera de explicar las Leyes del Universo. De alguien escuché alguna vez: aprende
las reglas como un profesional, para romperlas como un artista. Romper las
reglas significa reinventarnos a nosotros mismos y nuestras creencias, anhelos
y metas, destrozando nuestros propios paradigmas
y transformando nuestra realidad. Mi padre ha decidido hacerlo en este período
de su vida, y entiendo que es mi momento para asesorarlo en el proceso. Una
persona que encara el concepto de Muerte, posee un fuerte potencial a
comprender la Vida sin miedos, mentiras o límites; es parte de lo que puedo
compartir con él. Lo entiendo, y estoy contento por ello. Todo tiene una razón.
¿He hablado de límites?
No interesa que haya poco o mucho tiempo. El Tiempo
es relativo, y quiero pasarlo con él.
Mi padre me explicó algún día: las funciones tienden a un límite, pero es hasta cuando llegan a él, que
la función realmente adquiere valor y comprensión.
¡Qué hermosa analogía de la Vida!
Imagen tomada
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