El sonido del piano, tenue,
resbala por mis oídos, mientras miro al cielo del ocaso.
Mis ojos, perdidos, miran más
allá del horizonte, más allá del Universo conocido.
Hace tanto que no sueño, hace tanto
que no escribo.
Sólo escucho las palabras de
quienes me rodean, hablando de intereses y preocupaciones relacionadas con el por
qué de la no Excelencia y otras banalidades.
De por qué no somos perfectos,
como ellos, del por qué no nos convertimos en lo ideal, en eso que transformará
para bien el Mundo, que pondrá fin al Cambio Climático.
Y el sonido del Silencio se cuela
hasta los huesos. Camino lentamente por la vereda de tierra, donde nadie más
osa caminar, recordando los pasos que alguna vez dimos, antes de ser humanos.
Recuerdo tus ojos. Rememoro tu
sonrisa.
A nadie le importa a dónde has
ido.
A nadie le importa siquiera que te has ido.
Sólo hablan de las injusticias
del Mundo. De lo mal que los demás los tratan, sin reparar en lo horrible que
tratan ellos mismos, a quienes les rodean.
Críticas por doquier emergen de
sus bocas, cuando ni ellos mismos han sido conscientes de lo que han hecho o no
para merecer la responsabilidad de juzgar con argumentos que no reconozco.
Transitan, raudos y veloces. No
hay descanso. No hay espacio ni momento para una charla personal, para un
abrazo íntimo, y necesario.
Nada se detiene. Nada importa.
Y camino de regreso la misma
vereda. Parecen haber transcurrido siglos desde entonces.
Silencio. Indiferencia.
Y desórdenes obsesivos compulsivos de aquellos deseos, anhelos que murieron en
el intento de ser, convirtiéndose en pobres reflejos de espíritus caídos.
Raídos…
Y escribo sin descanso tras la
tristeza del Vacío.
Extiendo el manto de la
Melancolía sobre mi cama, sobre la mesa de trabajo, delante de los anteojos que
todo lo miran, analizan, y contemplan.
Busco Esperanza, busco una señal
que me indique que aún vale la pena continuar andando. El cuerpo hace tiempo ha
renunciado, pero el espíritu es terco, y mantiene el rumbo, hacia una dirección
que no logro vislumbrar en este momento, o en alguno.
Y ceso de escribir. Debo concluir
esta carta, especie de Manifiesto ante Todo y ante Nada.
¿Quién lo leerá? ¿Quién
encontrará estos pensamientos entrecruzados con un atardecer hermoso, cual
tallo que crece entre miles de tallos en medio del campo abierto?
¿En medio del Dolor? ¿A un
costado de la Desesperanza?
Miedo a callar sin poder
comunicar al Silencio aquel anhelo de hallar la Verdad debajo del tapete de
entrada a nuestra casa, tras un día de labor intenso, y estar agotado.
Cansado de vagar, cansado de
andar.
Deseoso de escribir.
Hoy ha sido suficiente.
He escrito demasiado.
He dicho lo requerido.
Quizá más de lo deseado.
Dedicado a Edgar Montañez H.
Escucho:
A case for shame | Tell me || Moby featuring Cold Specks
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