Las palabras que lees ahora, se
escribieron una madrugada mientras dormía, en el campo fértil del
Subconsciente, y me despertaron poco antes del amanecer de aquel día, con la
sensación de Tristeza y Melancolía más profundas recorriéndome
la piel, que pocas veces recuerde en mi vida.
Se trató más bien de una retrospectiva, un viaje hacia lo más
importante, lo esencial, que le brinda sentido a quién soy al momento de escribirse lo que bien sabía, era una carta de despedida.
¿Cuántas veces vivimos por vivir, teniendo absolutamente todo lo que
requerimos, lo que deseamos, pero sintiéndonos desdichados e infelices, por
nuestra necedad de acumular vacíos?
Lo mejor de mí.
`Siempre di lo mejor de mí.
Tuve la oportunidad de habitar el Espacio de la Vida, desde diferentes sitios, interactuando en
diversos y únicos lugares, dejándome cada experiencia, la profunda satisfacción
de un corazón que compartió todo lo que latía en su interior.
Ayudé. Me esforcé en todo momento
en brindar las riquezas que Dios
puso en mi vida y en mis manos.
Me preocupé por las personas que
me rodeaban, sintiendo la necesidad de acompañarlas, de permanecer, a veces
como simple presencia, a veces con palabras, una sonrisa, o un tímido abrazo.
Me anticipé a ellas, a sus experiencias, tratando inútilmente de detener su Sufrimiento. Observé siempre su
verdadero potencial, me esforcé para identificar lo mejor en ellas, y a partir
de eso, construir una relación de mutua confianza, y mostrar o construir una
vereda de tránsito hacia la superación personal, o el simple Consuelo, anterior
a la trascendencia del Dolor y el Conflicto.
Las experiencias comienzan
dibujándose mientras recuerdo ver padres muertos alentando, consolando a sus
hijos. Una imagen que quedará grabada en la memoria fue comenzar a hacerlo en
un salón de clases, en una mañana soleada pero triste, donde las palabras de un
padre que recién partía, alcanzaban a las emociones de su hija, para hacerle
saber que, tras la pérdida de la Vida, la existencia continúa, en líneas y
circunstancias que jamás podré terminar de comprender, o de explicar. El patrón continuó desde entonces, incluso,
hasta el día de hoy.
Los padres muertos continuaron hablándoles a sus hijos, y aún así, las amistades se alejaron, concluyeron.
La imagen que traspasó mi
corazón, en esta carta que mi más profundo ser escribió para mí mientras
dormía, fue observar en un hermoso patio a cielo abierto, el tránsito de
absolutamente todas las personas importantes en mi corta existencia. En esta
secuencia que no podré describir sin comprender del todo, los seres humanos que
más amo caminaron, sin hablarnos, a veces a mi lado, a veces delante o detrás
de mí, en ocasiones sólo compartiendo una sonrisa, una mirada pícara, o un
gesto que traduje como señal de Agradecimiento,
o simple Felicidad, aunque la Felicidad no sea para nada simple, ni
sencilla.
El Espacio abierto, lo comprendo, representa el Vacío eterno de una existencia vana, que tuve la fortuna de llenar, o más bien, me fue llenado, por la bendición de cientos, de miles de seres humanos que llegué a considerar familia, no en el término humano, más bien, como una Unidad, una Entidad espiritual, formando parte de un único proceso, donde absolutamente todos coexistimos para ayudarnos a crecer, a desarrollarnos como seres vivos, en busca de nuestro bienestar personal, que no es sino la Libertad plena de todos cuantos existimos.
No podré jamás (y lloro por tener la fortuna de no ser capaz de hacerlo) enlistar los nombres de todas las personas que aparecieron a lo largo de la carta vivencial, que mi espíritu me obsequió mientras mi cuerpo simplemente dormía, caminando en medio de tantos espíritus, coexistiendo en una misma verdad, no importa que hoy sea sueño, porque ayer fue una hermosa realidad.
Una última persona –sin embargo– se acercó a mí, nítida como el agua clara de un mar sereno y
hermoso en una noche extraordinaria, y extendió las palmas de mis manos para
depositar un pequeño monstruo de felpa,
que –yo no recordaba, o más bien,
comprendía hasta ese momento– fui cosiendo al paso y desarrollo de cada
relación establecida, y que, entendí, representaba sus más temibles y horribles
miedos y pesadillas, que le ayudé a descargar de su alma atormentada. Cuando
volteé a ver al resto de las personas, comprendí que guardaría de cada una de
ellas, similares seres de tela y relleno, cual juguetes tiernos, de terrores
que antes nos quitaron el sueño en el tránsito de fragmentos y segmentos de
nuestras vidas, a veces largos como los mejores años de mi vida, en ocasiones
cortos como los instantes sorpresivos que robaron en algún sentido, el aliento.
Y permanecí de pie, ahí, mirando entre mis manos, peculiar obsequio, hermoso recuerdo que me haría saber que vine a la Tierra a luchar contra los demonios que llevamos dentro.
`Ve las cosas que construiste, algunas para inspirarte, otras para
destruirte y obligarte a reconstruirte, y valora la hermosa persona en la que
te has convertido, gracias a ellas´.
Camino de repente en la misma
vereda que lleva al cerro en cada amanecer, y que llevo recorriendo a lo largo
de los últimos dos años, con el perro que decidí adoptar pese a mi deplorable
estado de Salud en el momento de la decisión de compartirle algo que pensé que
no tenía, pero que él se encargó de buscar, como simple animal carente de
Razón, pero desbordante de corazón; buscar y rebuscar, para reencontrar sentido en mi solitario espíritu
marchito.
Lo más extraño es que transito a
lo largo de esta carta, la vereda solo, y alcanzo a ver una puerta abierta, de
inconformidades, de deseos, metas y objetivos incompletos, arruinados, que sé
que no podré cumplir ya, pero que me brindan la convicción de mantener conmigo,
cuando tenga de nueva cuenta una oportunidad de poner en marcha otro lapso de
vida, diferente, pero en continuidad, del lapso que ahora se despide.
No estoy triste, ni decepcionado.
He dado lo mejor, vivido
disfrutando, sonriendo y abrazando.
Y es que estoy cansado de no
poder dormir por las noches. He cumplido meses de vivir de esta manera, en la
incertidumbre de la llegada de cielos oscuros, lunas incompletas que se
deconstruyen a lo largo de las noches intranquilas, sólo para despertar una y
otra y otra vez, con imágenes, secuencias, visualizaciones, o emociones que
dominan al cuerpo agotado, cansado y dado por vencido.
Dejé de llamarte Guardián –le hablo a uno de mis guías– porque hace tiempo que me dejaste solo, o más bien, es sólo que me siento arruinado y perdido en medio de una crisis que me cansé de sobrellevar, y de la que no obtuve todas las respuestas que quisiera, además de darme cuenta que mi cuerpo no resistirá más el viaje. Me disculpo. Prefiero que te marches molesto un día de mi vida, a que mires como el Dolor carcome mi cuerpo y ser, hasta la Muerte.
Las respuestas –acabo de entenderlo la noche que esta
carta se ha escrito– no son la Vida.
A veces ni siquiera son importantes. Debes aprender a vivir con las
consecuencias, las emociones y las profundas satisfacciones posteriores a los
hechos que no terminaste de entender, de los que no tienes la más mínima explicación
al momento de acercarte a la despedida.
Aceptar que hice de mi Libre Albedrío, una herramienta vital, con decisiones que siempre tomé en aras de ayudar a quienes amaba, aunque –confieso– no siempre fueron las permitidas, no tiene nada que ver con `correctas´, ya que infringí ciertas reglas, que pasé por alto, pero cuyas consecuencias aceptaré de forma responsable cuando se me llame a pasar lista de presencia y acciones a lo largo de mi existencia.
Confía.
Me dice una voz entonces. Apenas
al escribir estas palabras la he recordado, la palabra, porque la voz me habló
claramente con una posterior pregunta:
¿Tienes miedo?
No –fue mi respuesta–.
El Miedo ha sido una constante en
mi vida, pero decido que no sea hoy el valor definitivo dentro del camino de la
despedida.
Sólo te pido una sola cosa, que
ansío esta noche, que he despertado para tomar las notas que me permitirán
escribir la carta que me han obsequiado mientras dormía.
Sólo te pido
me liberes de aquello que me ata, para que pueda ser capaz de caminar, de
continuar adelante como siempre lo he hecho, cuando Dios convoque, hacia donde
el Destino, inquieto, me llame ahora´.
Ilustración por:
J. E. Franco.
Escucho:
Everything will be alright in the end. Album | Weezer
No hay comentarios:
Publicar un comentario