¿Basta para qué…?
Para comprender, para conocer, para admirarme de la energía que fluye a mi alrededor, y que es la que regresa a mí, con creces, haciéndome saber lo que vale la pena en estos momentos complicados y hasta cierto punto, llenos de temor e incertidumbre.
Dicha energía se deposita, vive, se mueve dentro de nosotros, de ti, de mí, y revolotea hacia direcciones inimaginables, siempre siguiendo la dirección que definen tus sueños, ésos que rara vez escuchas.
Lo confieso con dolor, si. No escuchar lo que sucedía en mi interior. Lo escuché -lo admito-, pero no tuve el valor de hacer algo al respecto, tal vez porque la acción que requería ser emprendida exigía demasiado de mi mismo. Al final, terminé al borde del colapso corporal por no ser capaz de manejar ese cúmulo de circunstancias que me rodearon durante las horas últimas. Ese daño que sentí hacia el exterior, terminó por hacerme daño personal e intransferible.
Dentro, encerrado, en un espacio frío e inerte, mirando las horas transcurrir en un apacible e interminable tic tac toc que no hace sino despertar desesperación y frustración angustiante, porque tu mundo se ha detenido, y no eres capaz de hacer algo al respecto. No ahora. Es demasiado tarde.
Sólo en una ocasión sentí esa ráfaga, esa experiencia de mirar todo como un posible final. Es verdad cuando dicen que descubres tu vida en sólo una serie de instantáneas, como si lo más representativo de tu existencia plena viniera hacia ti como un último capítulo recopilatorio.
Como siempre, requiero agradecer a quienes estuvieron en esos momentos críticos. No me refiero únicamente a la presencia física. Porque -pese a lo que yo piense, o crea-, hay mucho por lo cual agradecer cada día, cada segundo de la Vida.
En medio de esas horas tristes y lúgubres, uno aprende, reflexiona, mira las cosas desde ángulos distintos, y eso no significa que al reincorporarte al mundo eres completamente diferente a lo que antes fuiste. Habrá personas y circunstancias que jamás se transformarán por sí solas. Y tú no podrás hacer algo al respecto.
Basta con que ignores, continúes, alientes y luches por ti mismo y lo que contienen tus metas y tus sueños. No esperes sonrisas donde ya no las hay más, pero abre tu corazón y tu mente a aquellas donde nunca antes volteaste a mirar siquiera.
He detenido, reprimido, puesto modalidad stop momentáneamente a mi mecanismo… Miren lo que ha acontecido. No más.
Oportunidades nuevas vendrán, en horizontes que amanecen…
Bien dicen que… tras la tormenta, viene la calma.
Calma quizá no habrá jamás, pero la paz interior es su más cercano equivalente.
Emprendamos esa lucha, al término de este apesadumbrado día.
Fotografía: tomada del sitio http://elartedelaestrategia.blogspot.com
Escucho: Babies / Pulp
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