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jueves, 20 de marzo de 2014

Luna

Las noches en solitario no son tan malas, después de todo.
Debo confesar de que, a pesar de extrañarte un poco, la Vida ha continuado adelante.
Mirar a la ventana ha ofrecido un poco de aliento, cuando descubro en ella el brillo hermoso de la Luna llena, que baña en blanco el espacio abierto, vacío, silencioso, que me rodea.
Sí, el silencio de la noche invade por momentos. En un principio era insoportable, pero con el paso de las semanas, y los meses, no he tenido opción más que dialogar con él.
Lejos de romper el equilibrio o abrir más la herida, la soledad ayuda a ordenar las ideas, y los sentimientos encontrados.
Y la Luna.
Salir a perseguirla durante su efusiva aparición en la bóveda celeste ha sido toda una aventura. Contemplarla. Ser conmovido por su peculiar belleza.
Sólo cuando el silencio y la soledad comenzaban a hacer mella en el espíritu, es cuando he podido disfrutar y contemplar las circunstancias en todo su esplendor.
Hay mucho que aprender.
Hay mucho de lo cual aún maravillarse.
Y la instantánea de esta noche me recuerda lo bello que es brillar, cuando todo alrededor es negro como el atormentado limbo.

Escucho:
Flame / Candy Dulfer

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