Tomé mi cámara, y salí al mundo.
Lo confieso, un poco de miedo invadía mi ser.
Dieciséis años en éxodo no se superan tan fácilmente.
Hace mucho tiempo que no miraba la realidad de frente, con
una cámara fotográfica en mis manos… Más bien, delante de mis ojos.
Los colores.
Las texturas.
Los primeros, segundos y terceros planos.
Las composiciones visuales conscientes –e inconscientes– que tu mente configura de la nada,
dos instantes antes de la verdad…
Extrañaba soñar en medio de la cotidianidad.
Capturar un trozo de tu esencia, en un fragmento de un muro,
una cornisa… un sorbo de determinada tendencia
arquitectónica.
Y cargar consigo esa dicha todo un día, un par de ellos, una
semana incluso, con la impaciencia por llegar y mirar en todos los colores
posibles esa fotografía que obtuviste con sólo apretar un pequeño botoncillo.
Hace mucho que no reía.
Hace mucho que no soñaba…
Escucho:
Don't let go / Steven Price
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