Por la sangre azteca fluye la vitalidad del Universo.
En el interior del corazón de un
guerrero águila, se contiene la fuerza de cien estrellas.
Por las venas del cuerpo del
guerrero, se traza el Destino de la Humanidad entera.
Un sacrificio, la pérdida de un
corazón azteca, que deja de latir, simboliza la apertura de un gigantesco
agujero negro, que devora fragmentos del Cosmos que nos rodea.
El corazón del guerrero águila
ofrecido en sacrificio, es el mayor de los honores que puede dedicarse a los
dioses que gobiernan la cúspide del Yaxché,
el bello y viejo Árbol de la Vida que une
para siempre los planos de existencia, los mares con los cielos, y a partir del
cual se levanta el eje rector del Universo sin final alguno.
Al corazón del guerrero águila
que es muerto en combate, le siguen rugidos en lo más profundo de las tierras,
quienes tiemblan al sentir que una porción de su Vida misma se escapa para
siempre, en las tinieblas del Limbo del Olvido.
Al corazón que muere, le llora el
mismísimo Universo, apagándose de repente millones de constelaciones, sumiendo
al Cosmos en una oscuridad y una penumbra, en señal de luto tras la invaluable
pérdida.
El corazón de un guerrero águila
es la recreación del Todo, manifestándose en un ir y venir infinito, donde la
Vida y la Muerte se confrontan interminablemente tras cada latido, tras cada
potente bocanada de sangre que emana del ventrículo.
El Dios sabe que en cada corazón
sacrificado, el Hombre entrega una parte de su alma, en recordatorio de solemne
acuerdo por la oportunidad de la existencia humana.
Un corazón de un guerrero águila,
es el más valioso tesoro en este plano material, obsequio de los dioses, que
solamente deja de latir, cuando los destinos de la Humanidad colapsan de manera
salvaje, furiosa, contra las rocas del acantilado del devenir de una nueva
Tierra…
Texto inspirado por clase de Cultura Azteca
Ilustración tomada de galería:
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