Hoy a mediodía visité la zona
antigua de la ciudad.
La experiencia fue un cúmulo de
sensaciones, que me hizo reflexionar en muchos sentidos.
Hace años que no transitaba por
esta zona, lo que la gente llama `Centro´.
La necesidad me hizo buscar
aditamentos electrónicos para las grabaciones de los proyectos multimedia que
se tienen en el tintero, por lo que –descubrí
sorprendido– que sólo la parte vieja
de la ciudad posee esos modelos y marcas clásicos y conocidos para todo experto
en audio/vídeo.
¿Lo que más me impresionó?
Primeramente que la Calle de Guerrero estuviera cerrada en
un setenta y cinco por ciento al tránsito peatonal por intervenciones de
mejoramiento de infraestructura. No sé si me sorprendí más por la gravedad de
la planeación [cerrar la arteria vieja que conecta la salida de la ciudad vieja
a la madura (la parte más reciente de la ciudad se encuentra en las afueras de
la mancha urbana original)], o el hecho de no tener la más mínima idea de lo
que acontece en mi ciudad…
Y es que los rumbos de la ciudad
vieja no forman parte más de la cotidianidad de mi vida. Incluso, sentí cierta
nostalgia al llegar a las inmediaciones del Reloj Monumental, donde aún yace la casa de mi mejor amigo, que
conociera hace ya cerca de diecisiete años. ¡Qué recuerdos de aquella calle
empinada y antigua, en la noche donde él y yo nos conocimos y platicamos por
vez primera!
Comprendo que los años acontecen,
y nos hacen ser `viejos´, es decir –en
otras palabras– obsoletos con
respecto a la cotidianidad de ciertas partes y fragmentos de la ciudad. No soy
viejo aún, sin embargo, la separación con partes urbanas que antes formaron
parte de mi vida, me hacen sentirme fuera de época, distante y apartado de
ciertas realidades.
La compra –motivo inicial de la nota y de la visita al fragmento de la ciudad
en cuestión– tuvo sus repercusiones
también. El dueño de la tienda [un señor de más de sesenta años], y su empleado
[poco más joven que yo], viven en otra realidad, en otro mundo.
Me refiero a –primeramente– encontrar
un espacio para aparcar, mientras sientes que pierdes la vida entera, ya que en
los centro comerciales hay cierto orden y facilidad para ello [que, por cierto,
comienza a ser rebasado por la demanda actual], y, posteriormente, la media
hora que tardas en lo que se atiende a la persona antes que tú, mientras se
entreteje entre el dueño y la cliente una plática tan lenta y detallada que
podría escribirse una novela entera al respecto…
Al salir de la tienda, y de la
zona de la ciudad, la reflexión aborda mi ser.
Las experiencias que se viven en
las zonas urbanas nuevas, contra el resto de las zonas, separadas no sólo
espacialmente, sino temporalmente.
La sensación es que el reloj –literalmente– posee otro ritmo, otro mecanismo de acción, mucho más lento y
pausado, contra la vertiginosidad de nuestras vidas tecnológicas contemporáneas
[tuve que aguardar a que el dueño colgara el teléfono para que pudieran acceder
a la red y poder pagar de manera electrónica].
¡Uf!
Sin palabras…
Imagen editada, original tomada de la liga:
Escucho:
Cedarwood Road / U2
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