Desastres irán.
Desastres vendrán.
¿Cuántos más serán provocados por
nosotros mismos, sin ser conscientes de ello?
Lo somos, sólo que en nuestra
ignorancia, o estupidez, no deseamos serlo.
Hacemos lo que no nos corresponde,
mientras no hacemos lo que debería correspondernos.
¿Por qué nos complicamos la existencia?
Cada día, en el mismo rincón,
creemos que el Mundo nos pertenece. El Universo entero hará lo que pensamos, lo
que deseemos, lo que queramos, aunque en lo más profundo de nuestra oscuridad
sepamos que tal verdad no es posible.
El mismo camino recorrido cada
mañana, encontrando en esa rutina segura y protegida, la razón de ser de todo
cuanto somos.
¿Qué somos?
Nada más que un pedazo de nuestra
percepción del Mundo. Y nuestra visión es tan limitada, que creemos que alguien
que ve más allá de donde nosotros vemos, es un riesgo inminente para la Realidad
entera. Tal abominación no merece existir, o ser considerada, siquiera.
Sin embargo, en medio del caos
que nuestro caos genera, sentimos que, al mirarnos a los ojos, la mentira que
creemos verdad corre el riesgo de ser eso… algo que no tiene cabida en todo
cuanto nos rodea.
Dos pasos parecen cinco. Y en el
intento de que los demás no logren lo que les pertenece, te elevas hasta que
piensas que miras por sobre el horizonte, todo aquello que has logrado con
tanto esfuerzo.
El esfuerzo es relativo, porque es
tan sencillo hacer lo que siempre has hecho, ignorando lo que estás destinado a
hacer. Pero, es sencillo perderse en creer que lo que haces es lo que viniste a
hacer. Puede que sea verdad –te cuestionas
profundamente–. Al final, la
importancia de ser quien eres, queda supeditada al reconocimiento de quien
crees ser.
Lo que crean de ti no importa,
mientras todos tus vacíos sean llenos con el Vacío que generas al buscar no
tener vacíos, cuando en realidad eres el vacío más grande, sabiendo que jamás
podrás llenarte, o encontrar vacíos que puedan no serlo.
Ser tú es tragarse todo el Universo,
cual hoyo negro, producto de la imposibilidad matemática del cálculo
astrofísico, que genera un error de proporciones infinitas, inversamente
proporcional al tamaño de quien eres en verdad.
Toda línea temporal –entenderás tarde o temprano– tiene un punto de retorno, una vuelta
al inicio. Y sólo así –podrás darte
cuenta un día– serás aquella en la
que no deseas convertirte, en lugar de quien te has propuesto ser, rompiendo
todas las leyes de la lógica, y colocando las piezas en su correcto lugar,
cuando las manipulas sin ser consciente de que cada decisión –cual pieza de un todo que no te
interesa ver, o descubrir, o entender–
genera un cúmulo de consecuencias, que nos llevan una y otra vez a la misma
cuestión:
La importancia de llamarse Alberta.
Escucho:
Remyxomatosis (Cristian Vogel RMX) | Go to
sleep [Live] || Radiohead
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