He quedado
sorprendido de los vestigios históricos y culturales –derivados de ellos– que
hablan de las costumbres, los pensamientos, los ideales y los valores que los
seres humanos cultivaron en ciertos períodos de la Historia.
Es conmovedor cómo
las rocas, acomodadas en tal o cual configuración, son reflejo fiel de aquello
que aconteció, y que definió nuestro espíritu,
como fracción de una Humanidad mayor.
Los recorridos,
los espacios, las historias, la energía fluyente
en los muros, puertas, ventanas y patios, son suficientes –considero– para curar,
para cerrar o comenzar a sanar las
heridas experimentadas.
No puedo dejar
de llorar al comprender la Intención presente
en el Espacio que admiro y habito, porque tal vez no estaré en el
mismo Tiempo activo del Espacio,
pero como arquitecto y ser humano, establezco una relación que
me lleva a valorar lo que queda
implícito en cada configuración formal.
Miro a la gente
que pasa, que atraviesa el Espacio sin más, sin ser capaces de leer lo que es
evidente, más allá del Respeto de no
derrumbar algo de carácter histórico. Y es que el Espacio habla, dialoga,
expresa alto y fuerte, su presencia, su Valor
como pedazo de Humanidad incrustada en las rocas, en el suelo, y levantándose hacia
lo alto, hacia el cielo.
Agradezco cada
paso que me permitió llegar, y ser capaz de observar, de vivir los espacios, los lugares, la idiosincrasia de tal o cual pueblo, que me enseña a la distancia,
la Evolución de nuestro pensamiento,
la dirección hacia la que algún día fuimos, y las direcciones que –incluso hoy– consciente o inconscientemente, tomamos.
Escucho:
Live again | Better than Ezra
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