Aún recuerdo las vistas
observadas la primera vez que visitamos el espacio. Jamás llegas a conocer
completamente lo versátil y extremadamente cambiante que pueden ser los inicios
y los ocasos en los días, dentro de un área que intervienes, que diseñas. Despertar
y asomarse a la ventana, instantes antes de que aparezca el Sol, es –a últimas fechas– una acción que realizamos siempre que existe oportunidad.
A pesar de representar la vista
una rutina, cada oportunidad suele ser un evento único que asombra a la
imaginación, e inspira de diversas formas. Pueden tratarse de los mismos muros,
las mismas calles y avenidas, las mismas azoteas osadas, que, a la luz del Sol
naciente, sorprenden por la incertidumbre contenida en ellas.
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