Es irónico cómo lo que amas,
puede llegar a matarte, literalmente. Se trata de una vocación –ahora lo entiendo– mal encaminada. Durante años realicé una actividad que llenó cada
poro de mi piel, hizo retumbar cada latido de mi corazón, y me llenó hasta el
último día que me dediqué a ella.
Aún me pregunto cómo miles,
millones de personas llevan actividades que no llenan por completo sus
expectativas, o alimentan su espíritu, y permanecen ahí, durante meses, años,
la mayoría de ellos toda una vida. Continúo preguntándome cómo somos capaces de
enseñar –enfocado a la Educación a nivel profesional–
conocimiento, basado exclusivamente en
lo técnico, científico y metodológico, cuando en la realidad sabemos que cada
persona enfrentará una crisis personal y profesional debido, en la gran mayoría
de los casos, a las actitudes y los valores humanos, esas circunstancias que
jamás se tocan en las aulas, en las vidas y la convivencia con los estudiantes
y los profesores, que son antes que nada, seres humanos.
Agradezco que después del tiempo
reglamentario de luto, personas que conocí durante mi labor dentro de las
aulas, se acerquen y me inspiren a la convivencia fuera de todo contexto, con el
sólo pretexto de intercambiar palabras, abrazos y un tiempo en común,
realizando actividades de distracción. No sabía cuánta falta le hacía a mi
mente, a mi cuerpo, a mi corazón. Y a mi espíritu.
Fuera de cualquier plataforma
profesional o educativa [di de baja cualquier afiliación profesional y renuncié
a cualquier institución educativa], concluyo que nuestra Educación en todos los
niveles no basta, no sólo por su mala calidad, sino por naturaleza e intención,
ambiguas e inciertas. Basta mirar el vuelco que nuestras sociedades han dado a
lo largo de la última década, y en especial durante el reciente lustro, a una
velocidad sorprendente. Quien defienda que la educación científica y técnica es
la solución y la única alternativa, se encuentra completamente ciego, o es un
estúpido al no ser capaz de mirar la crudeza de la realidad.
Aceptar y defender una
perspectiva integral me ha costado mucho, pero no lo miro como una pérdida,
sino como el costo de comprender y luchar por lo que realmente vale la pena.
Quizá la vida no me alcance para arribar a la meta –y ésa sea, irónicamente, mi único y más fuerte motor–, sin embargo estoy sereno y tranquilo
por haber tomado la decisión, y no haberla pasado por alto, o haberme dejado
vencer por el miedo, la mediocridad o el confort
de la estupidez burocrática.
Ser testigo de la convivencia, la
unión, la sinceridad y el esfuerzo de acercarse como seres humanos, me ha hecho
sentirme contento esta tarde. Aún mucho más que una profesión, un título o un
reconocimiento social. La Vida es todo lo opuesto a ello, se trata de
decisiones anteriores a lo técnico, académico, profesional o cualquier circunstancia
de índole vocacional o física. Se trata de decisiones humanas.
Como diría Coldplay, la Vida se trata de aprender de tus errores, de dejarse
guiar por las luces, al verdadero hogar, y mirar cómo tus huesos se
encienden, mientras tratas de arreglarte a ti mismo, antes de pretender, o
fingir ofrecer, un servicio o profesión a los demás.
Escucho:
Fix you | Coldplay
Break up every night | The Chainsmokers
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