Originalmente el aire es puro. Los bosques verdes, en colores
brillantes.
Y el hecho de que sea casi Otoño cuando escribo esta nota, no tiene nada que ver en la
reflexión.
La luz del Sol purifica, así como coadyuva a la producción
del aire que respiramos, y que permite la Vida.
Sonará extraño, bizarro
y quizá mezquino, pero, a estas alturas de mi existencia, me esfuerzo tanto
en mostrarme a la gente desnudo, libre de cubiertas, con un cuerpo pleno, sano,
y un bienestar perdido, que quiere ser recuperado.
Porque después de lo vivido, no me importa más que limpiar mi
espíritu, librar mi presencia física de arrebatos y prejuicios, de estupideces
que definieron y dominaron la razón y el camino real transitado. ¿Cómo podemos vivir en una cotidianidad que
impide que mostremos sin pudor, lo que en verdad somos?
Cubrimos nuestro ser con mentiras, hipocresía, engaños y
juicios idiotas que nos convencen de responsabilizar a otros de lo que a
nosotros mismos nos compete.
Liberarnos de todo ello, como la copa del árbol se libra de
las hojas secas y raídas.
Si pudiéramos sólo eso…
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