`Los golpes de la adversidad, y aún los de la violencia, son amargos, pero nunca son estériles´.
Joseph Ernest Renan
Antes de escribir la presente nota, me he dado a la tarea de analizar las críticas realizadas a Miss Bala, un proyecto que ha traspasado fronteras por la naturaleza de su tema base.
Son poquísimas las películas nacionales que me han sorprendido. La mayoría de ellas buscan el reflejo del ámbito social y cultural desde el punto de vista de las imágenes, la ambientación sonora -o falta de ella- y hasta de las propias perspectivas de los directores, y de las caracterizaciones que los actores y actrices de renombre, aportan a las historias.
Miss Bala es, en primera instancia, una historia que se narra tomando como herramienta un solo elemento: la realidad.
Muchas críticas han destrozado esta cinta, por considerarla más como una narración de ficción, que no posee fundamento histórico, y que además no cuenta con una trama específica, estilizada y detallada.
Para mí, ésa es su mayor cualidad.
La historia se narra por sí misma. Los personajes son parte de un discurso donde las circunstancias, los momentos y los lugares van escribiendo de una manera fluida la trama a la cual el espectador va ingresando paulatinamente. En esta historia no hallamos nunca diálogos profundos, fotografía impecable, o efectos especiales de punta. No encontramos ambientes estilizados, aspectos pulcros o detalles impresionantes que nos roben el aliento. A lo que nos enfrentamos es a un puñado de elementos que, en cierto punto del camino, se reúnen, y generan el conjunto de secuencias que observamos.
Lo que más celebro de la cinta es precisamente eso, la habilidad secuencial que, a mi manera de ver las cosas, es su mayor innovación creativa, narrativa y cinematográfica. Desde el inicio de la historia y hasta el final, la cámara es el ojo, es la narradora, es la que se mueve sin cesar, yendo detrás, cual observador y molesto stalker, captando hasta el más mínimo instante de la vida de los protagonistas. Si el escritor y director elaboraron tal o cual discurso, jamás se mira tinte de él en la pantalla. El movimiento, el constante fluir de la narrativa logra lo que pocas películas consiguen: una narración veraz, libre de prejuicios y críticas.
Los personajes nunca se detienen a reflexionar, a divagar o a realizar cuestionamientos de ninguna índole frente a las circunstancias que los aquejan. El observador pronto comprende que es precisamente ése el momento en que el realizador ha logrado su meta: ponernos dentro de la realidad misma, donde aceptamos lo que nos rodea, porque son esos los elementos que nos definen como sociedad, como conjunto de personas que deben vivir, en medio de las calles, de las personas, de las ciudades donde los problemas sociales se han ido tejiendo al paso de los meses y los años.
Todos hemos experimentado esta situación. Conforme creces y maduras, te das cuenta que la Vida no es blanca o negra, sino que se teje de una serie de hilos de tonalidades grisáceas, que se transforman en los mantos que nos cubren, en diversos niveles.
La corrupción existe. Nadie está libre de ella. La gente que critica el intento del cineasta por dejar claro la postura de la realidad, es la que más inmersa se halla en los estratos de corrupción. Negar lo que vivimos sólo nos hace más intolerantes, sólo demuestra con creces nuestro rechazo y negación por algo que sabemos que existe, que es real, y que ha tocado la puerta de nuestras vidas, y que -posiblemente- no supimos manejar.
¿Por qué Laura aceptó la compañía de semejante personaje?
La cuestión es: ¿qué hubieras hecho tú?
El silencio es la corrupción más grande.
Negar, tapar, callar es quizá la solución más sencilla, pero la que mayor daño nos hace.
Todos sabemos lo que sucede con la corrupción, cómo opera, quiénes se encuentran inmersos.
Nadie es capaz de hablarlo en público.
La única pregunta que me formulé mientras miraba el desarrollo de las imágenes fue el por qué esta cinta no fue duramente censurada por un Gobierno que consigna y que sufre como pocos, una guerra que él mismo proclamó y que nos ha traído una serie de circunstancias que han llevado a nuestras sociedades a un estado de emergencia social y de inseguridad brutal. La crueldad visual y narrativa con la que se tratan las secuencias hablan de un México al que ningún extranjero se atrevería a visitar. El observador dudará de todos y de todo.
No es para menos.
Lo único que destila la cinta es temor, y esa extraña sensación de búsqueda de supervivencia individual, que es lo que mueve -finalmente- los hilos del ser de todos los personajes que forman parte de la historia.
En una nota leía: `¿Dónde están las historias de los reporteros, de las personas que han sido secuestradas y asesinadas por trasfondos que tienen que ver con estas historias?´.
Lo que se cuenta es la realidad misma, más no lo que ella genera. Es fácil juzgar, anteponiendo las vidas de quienes han muerto tratando de inmiscuirse en la esencia de la historia.
Existen -sin embargo- seres humanos que nacen formando parte de `esta historia´, y cuya vida está definida por la realidad que, de alguna manera u otra, todos hemos construido.
¿Es válido buscar culpables?
Eso, mi estimado lector, depende de cada uno de nosotros, de las reacciones, de las reflexiones, de las acciones que emprendamos tras ver semejante derroche de violencia, crueldad e hiperrealismo.
La realidad es lo que nos define como personas, y, al ser tratada en términos de ficción, sin extirpar la crueldad del discurso, hace reaccionar nuestra Humanidad, y preguntarnos dónde se encuentra la solución, qué camino tomar para encontrar el horizonte correcto, mejor, el adecuado a nuestras aspiraciones, si es que éste en verdad, aún existe…
Imagen tomada del sitio:
http://www.labuzamovies.com/2011/10/new-york-film-festival-gerardo-naranjos.html
Escucho:
The Legacy Continues / Michael McCuistion
Call on me / Janet Jackson Feat. Nelly
Diamond in the rough / Shawn Colvin
Frenzy / Screamin' Jay Hawkins
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