`Aprender varias
lenguas es asunto de uno o dos años; ser elocuente en la propia lleva la mitad
de la vida´.
Francois Marie Arouet Voltaire
Después de pensármela mucho, al fin decidí escribir en torno
a un tema complicado que ha estado circulando en las redes sociales cercanas a
esta cuenta y a mi área de interacción: la
remodelación y acceso único de la
Ciudad del Conocimiento, uno de los campus de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo.
En la Semana de la
Arquitectura, se ha tocado el sensible punto dentro de las participaciones
de los colectivos que han visitado la institución.
No soy de las personas que se expresan dentro de una sola
postura, por eso mismo he rechazado trabajar en tiempos completos en las
instituciones donde he laborado, porque intento mirar las situaciones desde una
perspectiva multifocal.
Si bien es cierto que ha quedado demostrado que la propuesta
posee un infra cupo que no abastece urbanísticamente hablando el tránsito y
acceso de vehículos de auto motor, además de negar el contacto con la ciudad
que se alza alrededor de la mancha urbana universitaria, es cierto de igual
manera que la institución comienza a sufrir de las consecuencias de ser la
unidad educativa más grande y de mayor prestigio en el estado.
El suceso ocurrido en uno de los campus universitarios, días atrás, donde un grupo de personas
ingresó poco después del cierre de actividades cotidianas a las instalaciones,
sustrayendo equipo tecnológico del grupo de edificios, me hace pensar que la
institución toma la decisión correcta al cerrarse físicamente al entorno
social, en un encierro de índole físico.
Su patrimonio se encuentra en riesgo.
Es cuestión -sin
embargo- de difíciles decisiones. Es
cuestión de valorar y considerar si la seguridad
física, moral y cultural para la comunidad universitaria es más importante que
mantener su postura de institución abierta, amable, y colega de la sociedad,
que ha mantenido durante cerca de cincuenta años, como un ente vivo social que interactúa con el entorno, en todos los
sentidos.
Como miembros de la comunidad universitaria, hemos sido
testigos del crecimiento del patrimonio de la institución, y los quiebres idiosincráticos que han tenido
lugar, y en los que ella ha jugado papeles definitorios.
Violaciones y robo al patrimonio, falta de respeto, negación
por parte de miembros de la sociedad.
La clave es ésa. Una
fracción de la sociedad. Más no la sociedad entera.
La U.A.E.H. ha
demostrado su anhelo, su responsabilidad ante quienes le rodean, de ayudar, de
mantenerse estable y abierta en situaciones y circunstancias de crisis y
problemas sociales, naturales y morales. Huelgas,
cese de actividades por efectos de
desastres naturales.
Finalmente, dentro de ella forma seres humanos, muchos de los cuales han llegado a ella, dejando sus
lugares de origen, su idiosincrasia original,
su cultura y su familia, para invertir los
siguientes años de vida en el intento de lograr un mejoramiento en el bienestar social de los individuos, que permee, que trasmine en otros sectores -algunos
de ellos, inimaginables- de la
sociedad.
Es cierto que muchos de los estudiantes que llegan de fuera,
ignorantes de la mecánica, circunstancias y ambientes de las grandes ciudades,
se ven inmersos en factores de delincuencia
y drogadicción, por mencionar sólo
algunos. La lista puede ser amplia o interminable.
Es indispensable -y
casi un requisito- que una
institución proteja a toda consta su patrimonio.
Éste es -sin
embargo- de doble naturaleza: físico y humano.
La universidad del estado ha demostrado que de sus aulas
emanan desde siglos atrás, mentes brillantes, conocimiento, apertura a la
sociedad, y una cultura que raya en lo social -aunque no se acepte o se niegue-.
La sola presencia de la institución ha trastocado la ciudad
en muchos aspectos y sentidos.
Uno de ellos es el de naturaleza cultural.
Y ese valor debe
reflejarse en la génesis física de
las ciudades.
Las ciudades se miran,
se habitan, como lo son sus habitantes. Física y espiritualmente.
¿Qué postura se está gestando
en este mismo momento, que hablará de una institución durante los siguientes cincuenta
años de vida?
Hace un momento charlaba con ciertas personas en torno a
otro ejemplo urbano: la decisión del gobierno del estado de centralizar todos sus departamentos y
acciones en un solo espacio
arquitectónico y urbano.
¿La consecuencia?
Desastre y confusión vial mientras las implementaciones
tienen lugar.
Será pasajero… Es por el bien de la unidad administrativa
central, y, por ende, de la sociedad.
Encuentro las razones válidas en esa decisión.
La universidad del estado, en su campus Ciudad del Conocimiento, atraviesa por un proceso similar.
Una decisión difícil de tomar.
Sin embargo, una comunidad
no es aquella unidad que se aísla del resto de maneras tangibles. La
evolución de las sociedades más complejas ha demostrado que el verdadero
desarrollo proviene de un profundo cambio, social
y cultural.
Una verdadera
comunidad es aquella que mantiene su identidad, siendo capaz al mismo tiempo de
mantenerse en constante y estable interacción con los ámbitos sociales que le
dan vida y significado a su existencia.
Al final del día, la
Historia se escribe con las acciones de las más sólidas de las presencias,
humanas y/o colectivas, que son capaces de transformar la mentalidad de las
personas de una sociedad, demostrando que la existencia se trata de salvar los
obstáculos, en una interminable lucha social/cultural, que demuestra la madurez
y la capacidad de apertura de consciencia de los protagonistas que dialogan en
las circunstancias sociales más críticas.
Las soluciones en estos casos, suelen ser en polos opuestos,
o extremos.
Sin embargo -considero-, los integrantes de esta
circunstancia social en particular, la que ha inspirado la escritura de la
presente nota, tienen la madurez suficiente para tomar decisiones adecuadas,
para el bienestar social, no individual.
Imagen editada,
tomada original, de la liga:
Escucho:
Chop me up
/ Justin Timberlake
So hard /
Pet Shop Boys
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