Mirar cómo se transforma el entorno -inmediato, arquitectónico, o, en su defecto, urbano y social-, habla de nuestra apertura y
necesidad a la evolución y al desarrollo.
Trece años en el medio profesional -sin embargo- me han
enseñado que la cultura en México habla
de la profunda carencia de una filosofía de respeto hacia la figura del arquitecto, como una opción viable para
el crecimiento ordenado de las ciudades, por medio de intervenciones
arquitectónicas individuales, o bien, urbanas a gran escala.
La construcción es un medio complejo y difícil, por el hecho
de la cantidad de recursos [económicos y humanos] que se mueven en cada una de
las intervenciones profesionales, sin importar la escala o complejidad de los
proyectos.
Para poder mantener un ritmo constante y planeado en torno al
rubro del desarrollo arquitectónico y/o urbano, es necesario una campaña de
culturización, donde se capacite a los tres integrantes básicos del proceso de
construcción: el dueño de la obra, el arquitecto, y el constructor que se hace
cargo de materializar el proyecto.
Experiencias en los recientes años, me llevan a concluir que
la construcción es mal vista por la sociedad, con la idea errónea de que
construir es frustrante, y sumamente caro. Y aunque en realidad lo es, las
posibilidades de ayuda, guía y colaboración integral, de la mano de
profesionistas preparados y responsables, podrían llevar el proceso de
construcción, a la meta, es decir, concebir el proceso como un paso obligado y
sumamente necesario y sencillo, que nos lleva a mejorar nuestro bienestar como
civilizaciones, tanto en existencias individuales, como sociales, tomando como
base un eslabón esencial: simple comunicación
y confianza.
Escucho:
Give it a go
/ Pet Shop Boys
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