El día de ayer crucé la ciudad, tomando un atajo para burlar
al lento tránsito de vehículos sobre una de las avenidas más largas y
concurridas de mi localidad.
Al entrar por calles ocultas y angostas, reencontré una
antigua ruta que solía visitar durante mi adolescencia.
Desde luego, viajar en automóvil no será jamás lo mismo que
recorrer el espacio a pié, por lo que la sensación de nostalgia no fue del todo
plena.
Hallé ese colosal espacio, majestuoso, noble y hermoso, que
conocí cuando tenía nueve. Me refiero al estadio Alfonso Corona del Rosal. Este espacio en particular quedó grabado
en mi memoria sensorial y vívida, porque fue un lugar que mi abuelo Alberto compartió conmigo al mediodía de
un domingo, en un juego amistoso de béisbol,
deporte que mi abuelo amaba.
Confesaré que el béisbol no fue nunca mi deporte favorito -ningún deporte lo fue durante mi vida,
hasta la llegada de los treinta años, cuando comencé a practicar la natación-. Fui un joven que no dedicó gran parte de su vida al deporte.
Sin embargo, esa tarde, admirando un simple juego de
béisbol, el Espacio cobró dimensión
distinta gracias a la narración de mi abuelo. Sus palabras, su pasión, y la
esencia del espacio de aquel estadio,
transformaron en gran medida, la perspectiva de mi vida, en grados que no
alcanzaré a comprender jamás.
La escena quedó tan absorta en mi memoria, que la utilicé
dentro de la primera novela que redacté, cuando tenía dieciocho, y que capta en
su totalidad, la sensación increíble que el espacio inspiró en mí, con su
escala majestuosa, la brisa vespertina y fresca de un fin de semana, la
acústica espacial del estadio, y ese ámbito íntimo y familiar que pocas veces
hallas en un espacio urbano.
Desde entonces, esa parte de la ciudad, y, sobre todo, el
estadio en particular, se convirtió en ese rincón,
ese amigo urbano, ese preferido espacio al que regresé en múltiples ocasiones,
cuando la tristeza, la melancolía, y la memoria entrañable de mi abuelo, me
invadían.
Ahora, años después, por producto del azar, reencuentro este
espacio, sólo para mirar que ha sido intervenido, que su muro perimetral
colosal ha sido derrumbado, dejando al descubierto la desnudez del campo verde
y majestuoso de béisbol, devolviéndome de tajo, todos aquellos recuerdos que
creía perdidos.
Ignoro lo que sucederá con él. Aún aguardo por la respuesta
de @deportehidalgo, para conocer el
futuro de un sitio que definió en gran medida, mi manera de vivir y comprender el Espacio.
Es el recuerdo, la crónica, las palabras que comparto esta
tarde, que narran la experiencia de un espacio cualquiera, urbano, oculto en
los recovecos de la ciudad, y de mi propia mente…
Imagen modificada
digitalmente. Original presente en la liga:
Escucho:
Maggie May /
Da ya think I'm sexy?// Rod Stewart
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