Cuatro álbumes solicitados para iniciar el año. Uno de mi
década predilecta –los noventas, de nueva
cuenta– y el resto de la década
siguiente.
Tuve la oportunidad de hacerme de ellos al mismo tiempo.
Todos tienen algo en común. Cada álbum representa una propuesta, un universo
donde la guitarra juega papeles
importantes, definiendo peculiares lenguajes que dotan a cada propuesta, de singularidades interesantes.
La guitarra de Lenny
Kravitz –no debo ni decirlo– es digna de disfrutarse, por su grado
de comunicación y su fuerza. Un ícono de la Música, en definitiva. Gregg
Alexander, por su parte, consigue un ambiente pop ácido con melodías
donde la guitarra forma parte esencial del conjunto. A pesar de ser una
propuesta comercial, vale la pena el análisis. Death Cab for Cutie, por el contrario, posee de todos los álbumes,
el uso de guitarra más versátil y expresivo, ya que consiguen convertirlo en un
lenguaje sin el cual, las melodías y su alma repleta de sensibilidad, no tendrían sentido alguno. Se han convertido en uno
de los grupos que se mantienen vigentes, y cuya propuesta ingresa en la lista
de músicos favoritos, por infinidad de razones.
Escucho:
Talking
bird / Long division / Death Cab for Cutie
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