Hoy se ha entregado las llaves de la Casa Ciprés.
Fue sólo una remodelación, unos cuantos meses, un `retoque´,
dirían los escépticos. Sin embargo,
la casa -que ha existido desde
inicios de siglo pasado- hoy
pareciera otra.
Los espacios se han modificado, han sufrido una profunda metamorfosis -diría la Dra. María Elena
Hernández Alvarez-. Ahora, seis años después de haber experimentado esa peculiar travesía de los espacios, es que comprendo lo que
aquellos hermosos textos deseaban compartir conmigo.
Desde el acceso, el espacio da la bienvenida a lo que anhelo
sea el hogar de una bella familia en construcción.
Ha sido un verdadero placer ser parte de este viaje de rediseño.
Un proceso personal que para mí ha significado -literalmente- dejar el pasado atrás, encarar el presente, con todos sus cambios
y su incertidumbre, y mirar hacia el ideal, hacia el futuro, que se encuentra
tan solo a unos cuantos pasos delante de nosotros.
Y tomar decisiones definitorias.
Hoy que no poseo la llave más, extrañaré entrar a un espacio
que -como arquitecto- consideras tuyo, en el lapso de
tiempo en que eres el encargado de materializar esa intervención. Puedes acceder, caminar, transitar, observar,
respirar y habitar esa serie de
rincones, de vistas, de colores, en perpetua configuración. Hasta que la casa [el proyecto] finaliza, y de un
momento al siguiente, el espacio no te pertenece más.
No eres más su guía y el responsable de su existencia.
Dolerá no participar más en ese espacio, que se transformó
en un sitio al que llegabas tras las circunstancias cotidianas, y donde
soñabas, imaginando despierto, cómo se constituiría ese Cosmos en progreso, olvidando todo lo malo sucedido fuera de él.
Gracias por eso, Señor
Espacio.
Hoy, por primera vez, alguien más -que no soy yo, o los miembros de mi equipo de trabajo- cierra la puerta, y me deja afuera,
mirando tras algunas diminutas gotas de lluvia, cómo un espacio comienza a
respirar, de nueva cuenta.
El niño ya no llora al caminar por los espacios, cuyos
colores y amplitud finalmente le han conquistado. En esos nuevos -pero antiguos- espacios, pasará muchos años, creciendo y madurando…
No lo sé… quizá algún día esa pequeña mano infantil que
finalmente tomó la mía tras meses y meses de contacto cotidiano, se convierta
en un arquitecto que imagine mil veces mejores espacios que los que hoy concibo
y con los que él juega alegremente.
¿Melancolía?
Desde luego.
Debía escribir este sentimiento.
Al final del día, ser arquitecto no es sencillamente construir
con cemento, cal y ladrillos, simples espacios, muros, paredes, puertas y
ventanas…
Escucho:
Us and them
// The Fletcher Memorial Home // One of these days // Hey you / Pink Floyd
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