Tres años ya en la nueva residencia.
Como arquitecto, ahora comprendo cómo los espacios definen
nuestra vida, generando en nuestra memoria vivencias a las que recurriremos a
lo largo de nuestra existencia.
De los espacios de la infancia guardo escasos –por no decir nulos– recuerdos. Rememoro más los espacios
de la casa de la abuela materna, con esos muros sólidos y fuertes que
acompañaron desde siempre nuestros juegos de niños.
Más recuerdos tengo –debo
decir– de los espacios que viví ya
de adolescente y adulto, y que componen más de las dos terceras partes de la
existencia cotidiana, junto a mi familia.
Ahora, en mi propio espacio personal –al que me mudé hace poco–,
la sensación es por completo distinta a lo anteriormente experimentado. Tuve la
fortuna –o el infortunio, jamás lo
sabré– de ser el autor de dicho
espacio, así que conforme pasan las tardes, las semanas, los meses y los años,
encuentro más y más confortable ese sitio que hoy por hoy es mi hogar.
Sensaciones nuevas he vivido en este espacio. Experiencias simples
como recoger y comer el primer fruto del árbol sembrado, dotan al lugar de un
sentido íntimo, indescriptible y único, o haber sembrado la cactácea que me obsequió una de las
personas más importantes en mi vida adulta, y mirar cómo la planta es habitada
por un arácnido de peculiares
características [en este punto debo confesar que le temo a las arañas].
Son pequeños detalles los que te anclan paulatinamente al sitio que llamarás hogar al paso de los días.
Consciente estoy que los recuerdos, a partir de hoy,
decidirán de manera definitiva el
rumbo de la vida, y las decisiones que nos llevarán al siguiente rumbo del
destino, motivados todos ellos por las sensaciones y experiencias que me brinde
el espacio que me acoge ahora.
En carne propia, doy testimonio de cómo la Arquitectura define
lo que somos, y lo que seremos en el futuro próximo.
Escucho:
Burn you up,
burn you down / Peter Gabriel
Feels like today
/ Rascal Flatts
Grenade /
Bruno Mars
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