.

.

domingo, 11 de diciembre de 2016

Doce meses en Memorias

`Phil Coulson no se 
rendirá contigo […]. 
No puedes elegir 
a quien le importas. 
Y Coulson, tiene más corazón que muchos´. 

Melinda May.

Más de doce meses atrás, mi perspectiva de vida se vio trastocada, de maneras que no comprendí de forma inmediata, pero que afronté lo mejor que pude, tomando decisiones que sabía transformarían no sólo los meses inmediatos subsecuentes, sino mi existencia entera.
Hoy, veo mi situación, y mi Vida, completamente diferentes a lo que alguna vez imaginé. ¿Peor? ¿Mejor que antes?

Sólo deseo decir que comprendo de manera directa, profunda, con la claridad de no perder el Tiempo. No tengo ese privilegio. He convivido con muchas personas, en todos los sentidos, y todas ellas me han enseñado lecciones, de todo tipo. He reído, me he frustrado, he llorado. Jamás arrepentido.
Soy de las personas que gusta de charlar, de conocer, de establecer relaciones humanas en cualquier sitio donde laboro, habito, visito o conozco. Suelo observar y aprender de lo que veo, escucho, de las circunstancias que me rodean.

Escribí en varias ocasiones el personal sentir, el miedo y la ira despertados por la incomprensión, la incapacidad de no poder detener las circunstancias, y de ver reducida la expectativa del logro de objetivos individuales, de metas y proyectos personales.
Tomé decisiones que nadie más tomaría, o esperaría. Invertí en lo que creí pertinente y adecuado acorde a mis recursos, expectativas y condiciones físicas y espirituales. Perdí en esa apuesta de la Vida, y no gané sino más condiciones riesgosas y de reto. Abandoné la plataforma segura y estable que creí que siempre había deseado, y abordé en el andén de la Incertidumbre y los proyectos nuevos, jamás imaginados, y, por lo mismo, desconocidos, sin tener una idea de cómo comenzar a abordarlos y materializarlos, con ambos lados de la balanza: personas de quienes recibí guía, consejo y apoyo, y quienes no creyeron en lo abordado.
Gracias.

A quienes estuvieron ahí, en todos los sentidos y ambientes. A un año de distancia aprendí a perder miedo al riesgo, a enfrentar el miedo a morir y no estar más con aquellos a quien amo, mi familia, y quienes no lo son, pero que han representado pilares de sostén cuando me he caído, anímica y corporalmente. Disfruté todo lo emprendido, los proyectos, las asignaciones, las actividades y los objetivos, individuales y en grupo, algunos de los cuales había soñado, y otros con los que no estaba seguro o deseoso de enfrentar, pero que sabía, serían un reto que podría traerme un revés en mi existencia. De todas maneras, si la Vida me retiraba expectativas en relación al Tiempo en esta Tierra, valía la pena correr el riesgo de perder cuando ya sentía que no podría anclarme en la idea de ganar.

Aprendí a creer en lo que no puede verse, a confiar en lo inexistente, y a sentar las bases en aquellas habilidades que sabes que posees, pero que tienes miedo, terror, coraje o enojo de sacar a flote, y permitir que reestructuren tu vida, primero dotándola de dolor y sufrimiento, para después, una vez que lo has asimilado, luchar por convertir ese duelo en una lección, en una oportunidad de ofrecer algo de valor a quienes te rodean. Lo que la gente jamás te explica, ni en las universidades, en tu familia, o en las calles de la Vida, es que las lecciones más grandes, las que realmente valen la pena, vienen tras el odio, el rechazo, el revés de quienes en un principio pensaste que estarían contigo. Al final del día, te encuentras solo, y debes aprender que no importa cuánto odio sientas, tuya es la decisión de tomar ese odio en tus manos, y desmenuzarlo en los momentos más pequeños e insignificantes, hasta que comprendas que ese odio es parte de ti, no de los demás, y que los has responsabilizado de una decisión que has tomado, o quizá no tomaste, pero que es momento de arreglar, antes de que todo llegue a su final.

Me arriesgué, sí, y atesoré momentos buenos, hermosos, no importa que hoy parezca que he perdido amistades y piezas de mí. Todo lo que hice, lo hice por el deseo de ayudar, de acercarme y aprender de quienes me rodean, y sentir que mi vida ha valido la pena.

No hay rencor, ni miedo, como hace doce meses los había. Miedo a llegar al final de un camino. ¿Qué puede ser peor que concluir un viaje y darte cuenta de que has desperdiciado las oportunidades que se te brindaron, y que decidiste no arriesgar ni la mitad de lo que tienes, por la limitante del dolor, de la furia, del prejuicio?

Gracias a quienes han estado. Me enseñaron a salir del cuarto oscuro donde me encontraba, y reír a pesar de la lluvia, el frío y la resistencia al cambio.
La fotografía que abre esta nota fue tomada hace algunas horas, y me arrancó las lágrimas, porque la tomé al lado de una persona que compartió conmigo lo más valioso que posee como ser humano. Toda tu vida te preguntas si eres digno de que alguien quiera compartir algo contigo, y si realmente vales la pena como persona, porque existe siempre el miedo de dañar a otros.
Concluiré rescatando la cita de referencia de historias de cómics al inicio de esta publicación, que irónicamente fueron las historias que le dieron sentido y fuerza a mi vida cuando mi cuerpo cayó en picada hace algunos meses, y, cuando después de ello, las circunstancias me llevaron aún más y más abajo, hasta cerrarse la Luz por completo a mi alrededor, y mi cuerpo siguió cayendo, hasta que decidí dejar de caer, y reencontrar la cuesta arriba.

Hoy, me detengo, escribo estas líneas, y sigo adelante, porque alguien a quien amo, me dijo una Verdad inminente: `Estoy seguro que algo bueno tuvo que haber tenido en este año que acaba, y aunque fuese una sola cosa, elimina las cosas malas: 
Sigue con Vida´.

Cuánta razón en ello.









No hay comentarios:

Publicar un comentario