Son pocas las veces que he admirado un arcoíris.
Esta tarde, es grato observar uno de ellos, formándose
delante de la ventana que da al oriente, de ese espacio arquitectónico personal.
Las nubes que bailan en el cielo.
La suave brisa que sopla tímidamente, rozando tu rostro
mientras observas.
La línea tenue del horizonte.
Esa paleta de colores que raya y define la bóveda celeste
que contemplo, me hace infinitamente feliz, mientras mis ojos se maravillan con
las posibilidades visuales que
existen en la realidad que acontece afuera.
Y la hermosa Música
de fondo, mientras el ocaso toma
lugar en mi línea existencial.
Escucho:
Leaving / Pet Shop Boys
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