Concluyo el mes con una última nota, que concuerda con el
final de las vacaciones por estos días. Parece mentira que son cinco años casi
cumplidos desde que comencé la práctica de natación.
No compartí jamás esa historia que comenzó como un chiste, hecho por un amigo
cercano y uno de sus compañeros. Sólo cerca de cuatro veces me acompañaron a la
piscina, para enseñarme cómo nadar, aprendiendo desde cero.
Después de aquellas escasas sesiones, jamás volvimos a
vernos para entrenar.
El resto… historia.
Ha sido una actividad que me dejado mucho. Al paso de los
años he tenido entrenadores ocasionales, cada uno de ellos me ha compartido
lecciones gratas y sumamente valiosas. De todos he aprendido, y de todos me he
llevado algo que me motiva a mejorar, a desarrollarme.
Desde hace meses entreno con una rutina propia. Las personas
que nos dedicamos a cierto deporte con constancia y disciplina, en periodos
ininterrumpidos de tiempo, somos atletas.
No quiere decir que entrenamos para juegos olímpicos ni mucho menos. Al igual
que todas las actividades, existen rangos y niveles. En mi caso, me considero
un atleta que entrena para mejorar su condición física y mental, y para mantenerme
sano, concentrado, en equilibrio.
Las personas que me conocen, saben que existe toda una filosofía metafísica detrás, que suelo compartir, y que es más como una
especie de terapia, que ha ayudado a
personas cercanas, y a mí mismo, a encontrar serenidad, consciencia, equilibrio.
No puedo negar que la actividad, el entrenamiento, ha traído
más beneficios que otra cosa a mi rutina diaria, y, al igual que quien se
dedica a la Música o a cualquier
actividad artística, con dedicación y
seriedad, podrá acordar conmigo que esa actividad o labor que han elegido,
ayuda a su existencia de maneras magníficas, representando una especie de catalizador para desarrollar, explotar,
y afinar cualidades y habilidades físicas, psicológicas, y, por qué no, espirituales.
Ha sido duro -debo
confesarlo- avanzar en el desarrollo
de la natación. Y aún me veo a mí
mismo, un aprendiz lento. Para no haber dedicado tanto tiempo a una misma rutina
deportiva específica, para mí es todo un logro. No tengo prisa. Lo disfruto a
cada momento. Cada sesión, cada vuelta, es una lección aprendida.
Haber roto la barrera de los setecientos cincuenta metros, como duración de una sesión de
natación, ha sido de lo mejor que he experimentado como atleta amateur.
Cada sesión de entrenamiento, cada día dentro del agua, es
un evento que disfruto en sobremanera, y que ha transformado mi vida en
diversidad de sentidos.
Imagen editada,
original tomada del sitio:
Escucho:
Home life /
Wheel // John Mayer
Everything to
lose [Armin Van Buuren remix] / Dido
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