Emprendo el camino en solitario, escuchando a lo lejos aquellas risas y los sonidos familiares de lo que antes fue.
Hoy sólo existe un silencio, nuevo.
Miro cómo te marchas de mi vida, hacia un lejano horizonte. Será que parto hacia los confines de un distante mar, de igual manera.
Y miro alejarse todo aquello que formó parte de mí y que construyó mucho de lo que hoy por hoy, represento.
Los pasos transitan por veredas desconocidas.
Leo palabras que rezan versos llenos de melancolía…
No existe tiempo para el descanso. Sutil rato perdido que me permita llorar por lo que se ha ido.
Lo que es hoy, y lo que jamás ya no será.
Te extraño, como siempre lo he hecho, como jamás lo dejaré de hacer.
Extraño la brisa del otoño, el viento de un abrazo tierno, tuyo.
Cuando el pasto reverdece…
Es porque un desastre lo ha dejado mudo. Muerto. Sobrio.
Y un camino nuevo se abre brecha por delante.
Y el agua de vida corre por las venas de un suelo marchito. Imagen recurrente y dual entre la sequía del olvido y la desolación, y la incertidumbre de un nuevo brillo.
¿Qué me queda?
¿Qué soy sino la prisa de un soplo de existencia que no haya su camino en el medio del bosque?
Una porción de frágil esperanza.
Puñado de sueños sembrados en la tierra de tu Olvido, en una porción de suelo que, tras el fenómeno ruin, aún se aferra a la Existencia…
Escucho: The King / Harry Gregson-Williams
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