El Tiempo no acontece en vano.
Al volver a visitar un espacio querido, con desconcierto descubro que mucho ha cambiado por aquellos lares, lugares donde una parte fundamental de mi formación profesional y humana aconteció en el lapso de cinco años.
Caminar por antiguos pasillos, olvidados recorridos urbanos, abiertos, inmensos e infinitos me trajo un cúmulo de recuerdos y sensaciones que atropellaron todo a su paso por mi actual existencia.
Los espacios -lo miro con cierta melancolía ahora- también cambian, ellos de igual manera se transforman.
No sentí más esa añoranza que obliga al viajero a volver a ese espacio que lo conquistara por primera vez. Esos pasillos, esos rostros arquitectónicos y humanos han sufrido metamorfosis que me llevan a no reconocerlos más.
Soledad y lejanía es lo único que experimento ahora que miro de nuevo esos muros, techos, puertas y ventanas que antes definieron los recorridos a seguir. Con tristeza observo veredas interrumpidas, espacios cerrados, ambientes clausurados y por demás desaparecidos.
A este espacio no lo identifico más…
Aún sobreviven, como islas en medio de un océano tras la tormenta, aquellas áreas verdes, íntimas y diminutas, donde alguna vez conversé con las ardillas, habitantes de altos árboles, o desde donde observé las estrellas brillar en la cúspide de la bóveda del cielo en recorridos nocturnos rumbo a casa, cuando la noche me sorprendió, en más de una ocasión…
Espacios queridos donde escribí más de una historia…
Cómo olvidar la génesis del clásico La Insumisión, de la obra V,L & D, que me tomó un recorrido en Metro, una larga caminata, y una reflexión inmersa en esa travesía espacial que hoy no existe más.
Triste es…
Camino sin caminar… Mirando sin mirar.
Con un nudo en el alma.
Y un puñado de sensaciones que atraviesan el corazón, y que me susurran al oído el veredicto que hace mucho deseaba escuchar… Puedo continuar con mi camino. Una despedida duele en el alma, pero aligera el peso del espíritu al decirnos con una simple sonrisa, que nuestros destinos han sido cumplidos, y que ahora debemos partir, cada quien a su respectivo rumbo, allá, a donde te lleven tus más grandes sueños.
Será -quizá- la última vez que te visite, y que nos miremos a los ojos, en silencio. Guardo lo mejor de ti en lo más profundo de mí, en ese sitio secreto al que nadie más puede acceder, por todo lo valioso que para mí representas.
Mis mejores textos, mis más serenas y hermosas reflexiones… El amor más puro y sincero es para ti.
Gracias por existir. Gracias por quedarte en mí, formando parte de mi sistema orgánico, simbiosis espacial y humana que otorga cierto sentido a mi vivencia mortal-arquitectónica.
Aquí estaré… ahí estarás, siempre que necesitemos llorar el uno por el otro.
Escucho: Tell yer Mama / Norah Jones
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