Si
alguien recuerda aquella película protagonizada por Kate Beckinsale, llamada `Serendipity´,
donde el Destino era definido por una
serie de circunstancias que guían la dirección en el camino de las personas, hasta
la llegada de un momento o hecho crucial.
En
ese momento comprendí nada de la
trama, o el mensaje implícito que deseaban yo hallara en ella.
Hoy
lo comprendí absolutamente todo.
Creo
que el Destino no es un ente, ni mucho menos un pergamino divino donde
ABSOLUTAMENTE toda tu Vida se encuentra escrita, sin la oportunidad de realizar
cambio alguno.
El
día de hoy, una serie de circunstancias interconectadas, en menos de dos horas,
llamaron poderosamente mi atención, a niveles que jamás había considerado.
Veamos.
La situación fue más o menos como sigue:
Con
una holgura considerable de tiempo, me enfilo a un trámite en las afueras de la
ciudad, que no debe tomarme más de quince minutos. Todo perfectamente calculado –nótese
como enfatizo el `perfectamente´–.
Al llegar al edificio, emprendo la caminata, rápido y seguro, hacia la oficina
a la que debo presentarme. Al llegar al piso previsto, tomo el camino directo hacia la oficina del fondo, donde
encontraré a la persona con la que cierro trato.
Sorpresa.
Oficina vacía.
Cuando
entro para mirar hasta el fondo, una sola persona inmersa, trabajando.
Una
querida amiga que hacía poco más de año y medio que no veía, por no saber algo
de ella.
Increíble.
Me equivoqué de ala. La siguiente era la
que debía visitar, no ésta. Una sola curva en el camino me desvió hasta ese
lugar.
Tenemos
mucho de que hablar. Y hablamos. Pierdo toda la holgura del tiempo ganado…
Tengo
una cita a las tres. Cinco antes de la hora salgo del edificio fuera de la
ciudad, para ir al centro de ella.
Jamás
llego tarde. Y cuando digo jamás, hablo de que en verdad intento no llegar
impuntualmente. No me enfado ni estreso. Acepto el hecho, e intento afrontarlo.
Llamo
a mi cita. Dos teléfonos registrados en agenda para comunicarme. Ninguno en
línea. No hay respuesta ni forma de establecer contacto.
Damn it!
A
ciento diez kilómetros por hora, haré once minutos hasta mi destino.
Una
hilera de treinta y tantos coches, reduciendo el tránsito de vehículos, a la
mitad de la velocidad considerada para llegar a cita. Entrando a la ciudad, una
salida de escuela primaria me retrasa seis minutos más.
Atorado
en calle de un solo sentido y un solo carril.
Algo dentro de mí me dice
que permanezca en ese carril, que no de la vuelta para tomar atajos.
Y
me tranquilizo. Sé que así debe ser… [¿Lo sé? ¿En serio? No puedo explicarlo, pero así es]. Dedico algunos
segundos a dilucidar esa pizca de serenidad que titila en el fondo de mí.
Llegando
al lugar de encuentro, veintidós minutos tarde, pienso que mi cita se ha
marchado.
Tres
minutos después, ésta llega.
Me
aseguran que el acuerdo fue a las tres, treinta.
No
fue posible, corroboré dos veces. Era
media hora antes.
Me
río. Nos movemos de lugar. Por azares del destino decidimos ir a comer a otro
sitio.
Al
llegar, nos sentamos. Todo tranquilo.
Dos
minutos después, cuatro conocidos, que desfilan uno tras otro, y a quienes
saludo con gusto. Sin saber de dos de ellos en cerca de cuatro años.
Al
finalizar la tarde:
Trato cerrado y documentos
recibidos.
Ayuda para la
implementación de un programa educativo.
Contacto en un departamento
social de gobierno.
Una cita para nadar el
próximo fin de semana.
Y charla amena y necesaria
con cita de las tres [y media].
Si
no hubiera perdido la holgura de tiempo prevista, no hubiera obtenido ninguna
de las circunstancias anteriores.
Un
solo minuto hubiera hecho la diferencia.
Sin mencionar que buscaba un tema metafísico del cual escribir en la nota de hoy.
Sólo
digo que podemos aprender a interpretar las circunstancias, porque implícitas en ellas se hallan las claves
para surcar el Destino. Finalmente –pienso–, el `Destino´ es la serie de acontecimientos que vivimos para llegar a una meta, no la meta en sí.
Me
he dado cuenta que es más sencillo dejarse llevar por las circunstancias
mismas, antes de dialogar con ellas.
Si, en medio del desastre, te percatas, y escuchas con atención, descubrirás la
dirección en la que debes –o no
debes– dar el siguiente paso.
Ahora
lo entiendo, claramente.
Imagen tomada de la liga:
Perteneciente al
sitio:
[Visitado durante el
día en que se escribió la presente nota].
Escucho:
Who says / Friends, lovers or nothing // John Mayer
The Sodom
and Gomorrah Show / Pet Shop Boys
No hay comentarios:
Publicar un comentario