Comparto la visión de que los arquitectos maduran
lentamente, similar al vino, reuniendo experiencia, seriedad y diseño a lo
largo de la vida, de una manera paulatina.
Como arquitecto que soy, me considero en perpetuo
desarrollo, inmerso en un aprendizaje que me toma tiempo asimilar.
Esta mañana deseo agradecer a mi amigo Luis Enrique Pérez, a quien conocí hace ya varios años, con la
firme intención de fungir como guía y apoyo en su vida como estudiante. Irónico
es que al paso de los años, los papeles se han invertido en múltiples sentidos.
Luis Enrique tiene
un gran talento, y una madurez que no deja de sorprenderme.
Y peor aún…
Parece haberme llegado a conocer mejor de lo que yo me
conozco.
El día de ayer ha sido uno de esos días, donde me sorprende
con charlas, lecciones y citas que yo mismo le hice en algún momento, y que
guarda en esa mente privilegiada que posee.
En cuestiones profesionales, ha analizado y comprendido mi
método de diseño y las características que definen mis proyectos.
Uno de ellos es el diseño y trazo de escaleras.
No lo había visto jamás con claridad, pero él me ayudó a ser
consciente del interés, energía y atención que pongo al diseño de las escaleras
de cualquier proyecto.
`Algún día me dijiste que todo buen proyecto se concibe y
ordena a partir de las escaleras´.
¿Qué tienes en la mente, que recuerdas aquello que te digo y
que ni yo mismo recuerdo? -carajo-.
Gracias por permanecer cerca, porque sueles ser aquel que me
trae de nueva cuenta a la realidad, cuando me he perdido en universos
paralelos, dejándome llevar por circunstancias personales.
Y gracias por la guía, mira que -como te lo dije- has
sembrado una nueva obsesión en mi cabeza…
Escucho:
Atoms for peace
/ Thom Yorke
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