Nuestra Tierra está repleta de paisajes y panorámicas increíbles.
Muchos de estos parajes se convierten en puntos estratégicos de atención
mundial. El último de ellos, un pueblo de Francia,
llamado Bugarach, en cuya montaña -de cerca de mil doscientos metros de
altura- se concentró parte del
desvarío colectivo, producto de la idea del Fin del Mundo.
Imagino que lugares cómo éstos, fueron escenarios para
secuelas diversas, relacionadas con la fecha del veintiuno de diciembre de dos mil doce, a lo largo del planeta.
No son muchos los lugares que he visitado, fuera de mi
ciudad natal, pero si tuviera que elegir un escenario panorámico apocalíptico, para un desastre de
proporciones mundiales, elegiría Calnali, pueblo ubicado estratégicamente, en un sitio aislado, dentro de la huasteca hidalguense.
Es un pueblo con parajes naturales increíbles, que me
robaron la respiración la primera ocasión en que arribé a ellos. Aún me
recuerdo parado en medio de la Belleza
de esas montañas, esos verdes y tonalidades diversas imposibles. Pareciera que
viajases a sitios fuera de este continente.
Es uno de esos sitios donde el Tiempo se detiene, y la modernidad de las ciudades
contemporáneas no tiene cabida.
Ahora sé que ésa es una de las características que nos
llevan a seleccionar, dentro de nuestra memoria e imaginación colectiva, a
estos lugares, como escenografías de circunstancias como las que hemos vivido
en las últimas horas.
Sus características orográficas, climatológicas, y las
características culturales que los definen, estimulan en niveles inimaginables
nuestra ensoñación. Calnali lo hizo
conmigo, quedándose grabado en lo más profundo de mi subconsciente.
Imagen tomada de
galería fotográfica:
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