Hace tanto que no lo hago, que tengo miedo de tomar la pluma, de dejarme llevar por lo que pienso, lo que siento y lo que soy en una tarde desierta, tranquila.
Hace tan sólo algunos meses, cumplí otro de los sueños, de esos lejanos anhelos que piensas que jamás cumplirás, por verlo tan distante.
Y como siempre, ese deseo se materializa de maneras que jamás imaginas.
Ahora, aprovechando la soledad, el descanso y el hambre de dejar en líneas lo que sientes, retomo el trabajo abandonado de uno de los proyectos varios…
Sentarse a escribir es sumamente complicado.
A veces temo perderme para siempre en esas travesías intensas, donde navegas en mundos, tierras y planetas que no son jamás lo que crees o lo que ellos aparentan.
Viajar por esos parajes es una experiencia que jamás podré describir con la exactitud que defina todo lo que representa para mí hallar todas las circunstancias y premisas que me permiten construir un sueño, trabajar en un texto, y dibujar entre las líneas, todo lo que sobra entre la realidad y mi estúpida fantasía.
Hoy, tomando como tema central ese sueño cumplido, es que me enrolo en mi compleja tarea. Con Música de fondo, melancolía toda ella, es que construyo uno de los textos clave que definirán lo que este proyecto literario representa.
No es casualidad que días atrás tuviera yo una visita.
No es coincidencia que haya descubierto este sutil proyecto musical que en este momento escucho.
No es trivialidad que por fin mi pintura ensoñada haya llegado hasta mi puerta.
Construyo un relato en su honor.
Gracias a Ángel Fabián, por la oportunidad de conocerte, de conocer tu trabajo, y por compartir conmigo tu pasión por el arte visual, por la génesis de las imágenes, los sueños, y las sensaciones, hechas colores.
Días difíciles han sido éstos…
Perfectos para sufrir…
Idóneos para crear…
Soñando…
Y escribir.
Escucho: The tower / Ludovico Einaudi
No hay comentarios:
Publicar un comentario