La noche cae sobre mi memoria.
Los recuerdos deambulan por doquier.
El corazón late, lamentando en cada sonido rítmico, tu
ausencia.
Las luces de víspera de Nochebuena titilan, afuera.
Las capto como brillos que miro, cual astros celestes, en
desenfoque.
Más allá de ellos se encuentra tu memoria, volando rauda.
Mi espíritu atraviesa galaxias, para alcanzar tu alma.
En el cielo eterno, me guían las estrellas.
Cada momento contigo, las ha encendido, cual velas.
Una lágrima cae de mis ojos.
Inmediatamente se torna en un cometa.
Cuya trayectoria burla toda lógica.
Su centro es un núcleo de hielo, producto de los años en
soledad, perpetua.
Se pierde más allá del último planeta conocido.
La noche se vuelve eterna.
Su manto no tiene final alguno.
El Universo es como mi espíritu.
Colapsa, se expande, vuela hasta romper los límites
establecidos.
De repente, el brillo de un ángel me llama.
Su cálida luz me atrae a tu presencia.
Cuando estoy a punto de tocar su flama, luminosa y bella…
Despierto.
Estoy muerto, sentado en el sofá anticuado de la sala.
En lo alto del árbol de Navidad se encuentra tu recuerdo.
O lo que queda de él.
Un ángel de porcelana con las alas extendidas.
Lo contemplo, estupefacto.
Es hermoso lo vasto que es el Cosmos.
Y lo que viví en Él, contigo…
Escucho: Empire
Ants, tema que sirvió de inspiración para la presente nota, cortesía de Gorillaz
feauring Little Dragon
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