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domingo, 24 de agosto de 2014

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Años atrás, no fui partidario del deporte.
Mi padre siempre lo fue, desde que tuve uso de razón, y desde ese mismo momento, recuerdo que él hizo todo lo posible para que mi hermano y yo nos enroláramos en algún deporte, para practicarlo el resto de nuestras vidas.
Nunca hasta hace seis años comprendí su manera de pensar con respecto al deporte.
Como todo padre o como la inmensa mayoría imagino que su opción dorada fue el balón pie.
Mi hermano menor que yo si se enamoró del deporte.
Yo no.
Hasta los treinta años, jugué sólo por pares de años, o quizá cinco, o seis años [a lo mucho], deportes varios, como voleibol, baloncesto, béisbol y tenis.
Diez años estuve en reposo cuasi absoluto de actividades deportivas.
Finalmente, cuando todo parecía perdido [hablo desde mi peculiar y personal caso de estudio] los esfuerzos de nuestro padre dieron fruto, y mi hermano y yo nos hemos inscrito en deportes que se han convertido en filosofías de vida.
Y no. No fue fútbol.

Ahora que miro a mi hermano cumplir esta meta, importante para él, puedo darme cuenta del tiempo invertido que al término del día rinde frutos.
Es un orgullo mirarlo enfrentar este objetivo, y cumplirlo con éxito.
Así como nadar, fijándome distancias, dominio de estilo, resistencia y a últimas semanasvelocidad, ha representado un arduo entrenamiento constante, disciplina, coraje, y fortaleza, mi hermano ha hecho lo propio con la bicicleta, un medio de logro de metas, objetivos, y desarrollo personal.
Cien kilómetros ha sido la primera de muchas satisfacciones cumplidas que mi hermano logre establecer.
El tablero apenas comienza.
Estoy seguro de ello.
Felicidades.



Escucho:
A320 / Foo Fighters
Out there / Fuzzbubble

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